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Crónicas de guerra: el abrupto final

POR ALFONSO LUQUÍN CALVO

Contra todos los pronósticos la guerra en Iraq ha terminado. A la entrada de tan sólo siete tanques de la coalición y no más de 60 soldados, no se le opuso nadie. Ni aparecieron los temibles fedayines, ni las tropas de elite de la Guardia Republicana, ni el propio Hussein, ni nadie, ni nada.

Se desató así una ola de rumores que van desde una posible salida negociada entre el propio gobierno iraquí y el de Estados Unidos, hasta una posible muerte de Sadam, pasando por la posibilidad de que éste y todos sus funcionarios hayan huido al extranjero.

No se incendiaron más pozos petroleros de los que la misma coalición bombardeo, jamás aparecieron las armas químicas o biológicas, motivo de esta guerra, mucho menos las nucleares con las que el ?dictador?, al menos eso se suponía, amenazaba al mundo entero.

La guerra ha terminado sí, pero no la agresión imperialista contra un pueblo. Uno tras otro han caído por tierra los argumentos con los que se pudiera legitimar la acción criminal de las potencias. Ahí quedan las miles de víctimas civiles, las miles de víctimas más que seguramente habrá tras la ocupación. El botín: unos cuantos miles de millones de dólares en obras de reconstrucción, pagadas con el petróleo iraquí, que habrán de repartirse las corporaciones norteamericanas y británicas.

Sin embargo, jamás pensaron que la caída abrupta del régimen iraquí les acarrearía el problema humanitario que ahora enfrentan y del cual, sin duda alguna serán responsables. No pueden ahora evadir su culpabilidad por las muertes y desastres que siguen a la victoria militar. Es necesario abastecer de agua y comida a la población; resulta indispensable abastecer de medicamentos a los hospitales, hay que reconstruir la seguridad, hay que poner en marcha todo. Pero hay un pequeño problema, eso cuesta, y no se obtendrá ganancia por ello. Ahora se dan cuenta que, con su huída, Sadam les ha dejado una gran responsabilidad que amenaza con echarles el negocito por tierra.

Esa es la explicación de por qué Blair, al menos con un poco mas de las pocas luces que posee su colega Bush, ha insistido desde el principio de que la ONU se haga cargo de estas engorrosas tareas; es la explicación también del por qué Collin Powell, Secretario de Estado norteamericano, después de dejar fuera a las Naciones Unidas ahora toca a sus puertas, exigiendo que sean ellas las que se encarguen de costear la ayuda humanitaria.

El negocio para ellos, el costo sin ganancia que se reparta entre todos los demás. Esta es la consigna cínica de los halcones con la que pretenden engañar a la comunidad internacional entera. ¿Y qué hacer? Si no es posible desentendernos de la catástrofe humanitaria que amenaza a la región. Y es que las Naciones Unidas dispones de más de 2,000 millones de dólares del programa de petróleo por alimentos que, aunque teóricamente pertenecen a un gobierno ahora inexistente, los buitres quieren que se usen para pagar la catástrofe que ellos causaron.

La guerra, tomada unilateralmente como una prolongación bélica de la fallida diplomacia ha sido un éxito. No así las consecuencias que ello ha traído en el campo político, ideológico y económico.

Ahí tenemos a China, víctima tal vez de un ataque bacteriológico, a Rusia, a Francia y Alemania. Estos últimos tres países, se unen en un solo frente para oponer resistencia a las ambiciones norteamericanas y británicas. No sólo anuncian la creación de un nuevo sistema de seguridad europea sin los nuevos adversarios, sino que anuncian que la reconstrucción toda, no sólo la ayuda humanitaria debe ser obra de las Naciones Unidas. Rusia intentaba por todos los medios atraerse para sí un lugar en lo que ellos llaman ?la casa europea?, ahora los Estados Unidos les han dado la oportunidad no sólo de entrar, sino de sentarse en pleno sillón de la sala.

Al fracaso de las teorías neoliberales del crecimiento sostenido, ha seguido la extinción del crisol que significaba el llamado ?sueño? americano. Ya nadie creerá sus mentiras, al menos si no media la conveniencia. La agresión perseguía liberar al mundo de las armas de destrucción masiva que poseía el régimen iraquí, armas que no existían, como una y otra vez lo demostraron los inspectores de las Naciones Unidas; la liberación de un pueblo acabó con el exterminio de miles de sus hijos, sembró odio al agresor, un odio que no sanará fácilmente. Se nos dice ahora que el fin es la instauración de un régimen democrático que sustituya a la tiranía. Señores, deben saber que Iraq era el único país de la región árabe que, amañadas o no, realizaba elecciones. ¿O nos dirán ahora que las monarquías en Jordania y Arabia Saudita, al igual que los emiratos de la zona del pérsico, o el colaboracionista Mubarak en Egipto, que gobierna bajo el régimen de excepción, son democracias tal y como ellos las conciben?.

La economía también ha de pasarles su factura, más tarde que temprano. Resultará imposible el impulso al libre comercio y a la coordinación de políticas internacionales que se requiere para sacar del hoyo a la economía mundial capitalista. Se ha puesto la soga al cuello y el nudo, lejos de aflojarse, amenaza con apretarse cada vez más.

E-mail: alfonsoluquin@msn.com

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