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Crónicas de guerra / El arma del terror

Alfonso Luquín Calvo

¿Cuál debe ser la posición que adopte el gobierno de México en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? Tal es la cuestión sobre la que ha versado la mayoría de las discusiones de los últimos días. Igual encontramos el tema al tomar café con algún amigo, como cuando encendemos la televisión y escuchamos las controversias desatadas alrededor del tema. Lo preguntan los alumnos en clase motivados por el clima general que prevalece, se comenta con la familia al escuchar las noticias. ¿Debe votarse sí a la guerra y respaldar al gobierno norteamericano, o debe votarse un no? Tal es la cuestión de la que parece depender nuestro futuro, o de la que al menos, quienes están interesados en un voto favorable, nos están forzando a pensar. Después de todo el voto del miedo hace ya varias décadas que ha dado sus frutos para sostener a la oligarquía en el poder, igual que dio resultado la estratagema del voto útil para que todo pareciera cambiar, sin que cambiara nada.

Han sido las amenazas veladas de nuestros ?amigos? norteamericanos quienes han colocado la cuestión a la orden del día. Es el temor a las represalias que pueda tomar el gobierno norteamericano en nuestra contra, las que provocan inmediatamente el temor de quienes tienen mucho que perder si éstas se llevaran realmente a la práctica.

Sin embargo, sobre este asunto hay varias circunstancias a considerar. A estas alturas resulta ya muy poco probable que se llegue a la necesidad de emitir un voto sobre una nueva resolución de las Naciones Unidas que autorice el uso de la fuerza contra el régimen iraquí. Las cosas ahí no andan nada bien para los esfuerzos belicistas de Estados Unidos y sus socios británicos ?e incluyamos al oportunismo del gobierno español-.

¡Desarmar a Iraq! Tal es la consigna, pero, ¿cuál es la capacidad militar que constituye una amenaza por parte de esa nación? O se trata de tomarlo como pretexto y no permitir que posea arma alguna, ni siquiera para defender su propia soberanía, al igual que lo haría cualquier nación del mundo. Parece ser que la paranoia de Bush no se detendrá hasta que no quede en aquél país ni siquiera una resortera con la que puedan amenazar al parque liga ligazo. O tal vez estemos frente a una gran revolución tecnológica, y la ciencia iraquí, inspirada en las películas de James Bond y los servicios de inteligencia británicos, hayan logrado esconder armas biológicas en un bolígrafo, o logren enmascarar armas químicas de bolsillo. ¿Será por ello que los inspectores no encuentran rastro alguno de ellas? Así las cosas es prácticamente imposible que el Consejo de Seguridad apruebe una resolución para usar la fuerza contra uno de sus miembros cuando este, no ha hecho agresión alguna contra nadie.

¿Acaso la ficción de las películas de Spielberg está por alcanzarnos? ¿Permitiremos que se imponga en las relaciones internacionales el sistema de ?ataque preventivo?, que no es otra cosa que devastar a una nación, apropiarse de ella, simplemente por acusarla de un delito que suponemos que cometerá algún día?.

No obstante los hechos, todos los mandatarios temerosos de la reacción americana, han echado pestes sobre Hussein, continúan hablando del desarme iraquí como si en verdad fuera una mayor amenaza para la paz internacional, de lo que puede serlo el propio Estados Unidos, o la propia política expansionista de Israel, por ejemplo, en el caso del Medio Oriente. Y cuan largo es el silencio de todos aquellos que se rasgan las vestiduras ante la amenaza de Hussein, sobre los dictadores impuestos por los norteamericanos en el mundo entero; sobre los asesinatos de miles de líderes izquierdistas y populares alrededor del mundo entero que sus agencias de inteligencia fraguan y cometen con la mayor de las impunidades. No por nada, estas dos naciones se han opuesto a la formación de una Corte Internacional de Justicia, sus gobernantes y sus generales, serían los primeros en pasar lista por los crímenes de guerra y asesinatos que han cometido.

Además, en caso de que se llegue a votar y votemos NO a la guerra, ¿cuáles serían las represalias que pudieran tomar contra nosotros? ¿No comprar nuestros productos? ¿qué pasaría si nosotros no compráramos nada de ellos? ¿Cancelarían sus inversiones en nuestro país? ¿Por qué no podemos nacionalizar las propiedades norteamericanas? ¿Tendríamos la obligación moral de pagarles la deuda externa, o quedaríamos liberados de ella? Recuérdese que la política de represalias se expone a la misma respuesta. Los norteamericanos tienen mucho más que perder que nosotros. Después de todo, sus corporaciones enfrentan exitosamente la competencia europea y japonesa explotando intensivamente sus mercados latinoamericanos, pagando precios de risa por productos agropecuarios, explotando los bajos salarios que les permiten a sus maquiladoras obtener grandes beneficios, sus bancos viven de los pagarés del Fobaproa, como jugoso negocio que sale del bolsillo de todos nosotros como contribuyentes. Y la lista puede seguir, es interminable. ¿En verdad perderán todo por un capricho de Bush?. Detrás de la bomba de humo de su amenaza se encuentra un gran temor, el temor de aceptar que no son los amos del mundo. Sólo los puede mantener como tales, el miedo de los demás.

E-mail: alfonsoluquin@msn.com

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