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Crónicas de guerra: los pretextos

Por Alfonso Luquín Calvo

Los últimos acontecimientos en el conflicto sobre el desarme iraquí son verdaderamente reveladores. El informe del jefe de inspectores de las Naciones Unidas ante el Consejo de Seguridad ha sido claro: no existe evidencia alguna de que esa nación posea armas de destrucción masiva, y los misiles que tenían un alcance mayor al permitido, han empezado a ser desmantelados según las normas y tiempos fijados por los propios inspectores. Cabe decir que dichos misiles son armas totalmente defensivas y que no pueden ser utilizados para agredir a Israel, país al que las Naciones Unidas protegen inexplicablemente, ya que desde hace muchísimo tiempo debería haberse hecho sujeto de sanciones, por sus violaciones constantes a la voluntad internacional, plasmadas en sendas resoluciones de la ONU, que los israelíes simplemente han tomado a burla. El doble rasero con el que se ha medido a los distintos países del mundo es una vergüenza que, tanto el organismo internacional como la humanidad entera, debe soportar.

Ante la inminencia de que el informe no sería favorable a las pretensiones de los nuevos ?aliados?, lo cual ellos ya sabían, el gobierno inglés se apresuró a someter una nueva resolución que diera un plazo al gobierno iraquí para desarmarse totalmente o se autorizara el uso automático de la fuerza militar. El proyecto de resolución fue, obviamente, rechazado. Y es obvio que sucediera así porque sería verdaderamente ridículo que el jefe de inspectores nombrado por el propio Consejo de Seguridad diga que existe colaboración del gobierno iraquí y que el proceso de desarme está por concluir, y se apruebe un ultimátum al mismo tiempo por la negativa a cooperar en el desarme. La paranoia de gringos y británicos no es compartida, afortunadamente, por la mayoría del resto de las naciones.

Este fue el punto crucial. A partir de ahí, o Estados Unidos e Inglaterra se sometían a la voluntad de las Naciones Unidas, o decidían mandarla al diablo. Desgraciadamente esto último fue lo que sucedió. Han declarado que Iraq tiene diez días para desarmarse o la guerra empezará. La humanidad, ya lo habíamos anunciado antes, se encuentra ante el mismo predicamento que con Hitler, la diferencia es que hoy conocemos las consecuencias que nos esperan, pero disponemos además de los medios para detenerlo. ¿Tendrán las demás potencias del orbe la voluntad política para imponer un nuevo orden mundial basado en la cooperación? ¿tendrán la voluntad política de convertir a la ONU en un verdadero gobierno mundial a pesar de la oposición de Estados Unidos y la Gran Bretaña, que quieren convertirse en los amos y dueños del mundo entero? ¿Combatiremos la creación de un nuevo imperio o impondremos la paz?

No se usted, pero a nosotros el discurso de Bush, acerca de que el no puede permanecer con los brazos cruzados ante los peligros que enfrenta el pueblo norteamericano, sonó más a la excusa de quien se aferra a un pretexto, que a la verdad. La comunidad internacional en su conjunto tiene la suficiente capacidad para aplastar hoy día a cualquier nación que se atreviese a agredir a otra. Si algún día el pueblo norteamericano sufriera el ataque de otra nación, sin duda alguna contaría con el aval de las Naciones Unidas para castigar e incluso aplastar al otro. Si Iraq agrediera a Estados Unidos o a Israel, ponga el caso, ¿duda usted que las Naciones Unidas podrían incluso desmembrar el país árabe, y convertirlo en una serie de territorios controlados o una serie de nuevos Estados, si así lo decidiera? No sería la primera vez que ello pasara, recuérdese, por ejemplo, la desmantelación del imperio turco otomano, o la disolución del propio kurdestan.

Por ello no se entiende la obstinación del gobierno norteamericano. Nosotros nos convencemos cada día más de que los atentados del 11 de septiembre no fueron un ataque sufrido por el pueblo estadounidense a manos del terrorismo, más bien parece que fue orquestado por el propio gobierno y la oligarquía que esta detrás de él, para tener el pretexto de someter al pueblo que dicen defender, a la más feroz de las persecuciones criminales y control político desde los tiempos del macartismo; un pretexto para poder impulsar una política expansionista de sus zonas de influencia y control económico de los mercados y las fuentes de materias primas en el mundo entero. Por ello no están dispuestos a renunciar a esta excusa, y sienten una gran desesperación por la simple posibilidad de que se venga por tierra. No están dispuestos a permitirlo.

La cuestión más significativa es que si Francia, Alemania, Rusia, China y Japón (aunque este último no pertenezca al Consejo de Seguridad) estarán dispuestos a permitir que los norteamericanos extiendan su control a sus zonas de influencia natural. Hasta ahora, las reglas del reparto del mundo entre las grandes potencias se han respetado. Europeos y Asiáticos saben que sus inversiones y negocios son complementarios en América Latina, por ejemplo, ya que esta región es zona de explotación intensiva por parte de Norteamérica. Y lo mismo sucede con los territorios del África y Asia. Allá, los estadounidenses deben respetar las zonas de dominio de Rusos, Chinos y europeos. Esto es precisamente lo que creemos que está en juego. La verdadera guerra no es contra Iraq. Esta es una guerra por modificar las condiciones de reparto del mundo entre las grandes potencias.

E-mail: alfonsoluquin@msn.com

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