En cada una de las discusiones donde tenemos la oportunidad de dar nuestra opinión acerca de la guerra en Iraq, está presente la inquietud de cómo este conflicto afectará la situación económica del mundo entero, y de nuestro país en particular. La respuesta a dicha interrogante debe plantearse en un escenario sin guerra, para así descubrir las principales consecuencias que viviremos a raíz del enfrentamiento armado.
Desde hace ya casi año y medio, la economía norteamericana, convertida en el principal motor de la economía mundial, y de la cual México depende a su vez en un considerable porcentaje, se encontraba en problemas. Si bien durante algunos meses consecutivos no pudo evitarse hablar de recesión económica, el resto del período en cuestión, la economía estadounidense ha tenido un bajo crecimiento. La producción manufacturera sigue una tendencia que indica que no alcanza a entrar en una fase de recuperación, el resto de la economía se salva gracias al comportamiento del consumo, baluarte que sostiene el magro crecimiento económico en la nación del Norte.
Hay que recordar que la política antirecesiva del gobierno norteamericano se sostiene sobre dos pilares fundamentales: las bajas tasas de interés y el programa de recorte de impuestos. Ambas medidas tienden, como es natural darse cuenta, a que se estimule el gasto del consumidor y así evitar la caída de la economía. El gobierno de Bush complementa estas medidas con el otorgamiento de subsidios a compañías en problemas y con el otorgamiento de programas gubernamentales centrados en la economía de guerra.
Dentro de este contexto, la agresión a Iraq, retrasada por la falta de apoyo de Francia, Rusia y China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, jugaba el papel de poder disponer de los ingresos petroleros de la nación árabe, para pagar los contratos que se otorgarían a empresas norteamericanas en las labores de reconstrucción y dominio de la misma.
Por ello, al comenzar el conflicto, las bolsas de valores empezaron a dar por descontado que la victoria sería rápida, vieron venir las ganancias procedentes de estos ?negocios? de guerra, y empezaron a recuperarse. Los inversionistas, ávidos de utilidades en un período de crisis, empezaron a comprar acciones de dichas compañías: Wall Street vivió momentos de euforia, sin importar que el mundo entero se diese cuenta del truco y del daño humano y político que esto representaba. No importaba, en su carrera alcista, empujaban al resto de las bolsas del mundo hacia arriba y, puestos los costos contra los beneficios en una balanza, parecía que esta se inclinaba del lado de los segundos, y resultaba fácil manejar el daño, ya que por qué habría el mundo de preocuparse a fin de cuentas por un tirano, sátrapa y no sabemos cuantos epítetos mas. Por el contrario, el pueblo iraquí sería liberado y se prometía, así, una larga etapa de paz para el mundo entero.
Diez días después, el panorama es diametralmente opuesto. Hoy queda claro que las tropas de la coalición británico- estadounidense no la tendrán fácil, que aunque obtengan una victoria militar contra Hussein, no será fácil ocupar y vencer al pueblo iraquí que heroicamente lucha contra el ejército invasor al lado de su líder, quien ha logrado unificar las fuerzas árabes a su favor. El ejército del imperio ha sido detenido, como pronosticamos, ha sido atacado en la retaguardia, los han dejado pasar para luego impedir que reciban los suministros necesarios para mantener un prolongado cerco a la ciudad de Bagdad. Así las cosas, ahora resulta que son necesarios 100,000 soldados más para poder garantizar el paso de pertrechos, agua y comida para las tropas, la moral empieza a decaer, los bombardeos sobre la población civil se acrecientan, el conflicto amenaza con extenderse e involucrar a otras naciones como Siria, Irán y la propia Rusia.
Esta estrategia de guerra prolongada, ha cobrado su primer gran triunfo en el campo de batalla económico. Efectivamente, ante la situación del ejército invasor, el presidente Bush ha solicitado al Congreso de su país, 75,000 millones de dólares más para financiar tan sólo un mes más de guerra, aunque se rumorea, entre entendidos, que este dinero sólo le servirá una o dos semanas nada más. Haciendo cuentas, se han encontrado con que resulta ya imposible financiarlos sin obtener los recursos de otra fuente. La lógica económica se ha impuesto más dictatorialmente de lo que ellos mismos suponen que lo hace Sadam Hussein. Para poder aprobar estos fondos ha resultado necesario recortar el programa de disminución de impuestos a la mitad, pasando por ello el primer gran pago de esta guerra a los bolsillos de los propios contribuyentes norteamericanos y afectando, si no es que se está suficientemente ciego para no verlo, uno de los pilares fundamentales del plan de reactivación económica de nuestro vecino.
Si en el terreno militar las tropas iraquíes han ofrecido una gran resistencia, en el terreno económico han obtenido una primera gran victoria, a la que amenazan con sumarse muchas más.
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