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Crónicas de las Islas Marías

El tema de las cárceles, hoy conocidas más decorosamente como centros penitenciarios y de rehabilitación social, siempre es ocasión de asombro y morbosidad, sobre todo cuando se habla de los lugares donde purgan condena los más temidos criminales.

Crónicas y anécdotas de los símbolos más tétricos y vergonzosos del sistema penitenciario mexicano han ocupado las páginas de periódicos, libros y noticiarios, y también han sido motivo de varios rodajes: desde la vieja cárcel de Belem, el Palacio Negro de Lecumberri, las Islas Marías, el penal de máxima seguridad de La Palma y recientemente, la cárcel del Pueblito, ubicada a unos cuantos kilómetros del Centro Cultural Tijuana, distinguida por los altos niveles de corrupción, promiscuidad y hacinamiento.

Las Islas Marías, situadas en el Pacífico mexicano en las costas del estado de Nayarit, son un caso aparte. Así lo demuestra el escritor y periodista mexicano Luis Spota (1925-1985), en el texto homónimo de la colección Ronda de Clásicos Mexicanos, editada por la dirección General de Publicaciones del Conaculta y Editorial Planeta/Joaquín Mortiz, bajo la dirección de Antonio Saborit.

Lugar mítico donde la experiencia del encierro es diferente, el Archipiélago de Las Marías, descrito por el joven Spota en el año de 1941, en la revista Así, cuando apenas contaba con 16 años de edad, no es únicamente las “islas de los hombres marcados” ni el paraje desolador que arde “bajo el sol terrible del trópico”, en cuya “selva devoradora y peligrosa acecha inmóvil, el bejuquillo y zumba, enloquecedor, el zancudo palúdico”, y donde “las salinas, son cegadoras por lo blancas”.

En el presente texto, que es una serie de siete crónicas, Spota penetra la coraza de la desconfianza y del rechazo social para entablar diálogos con los internos, los guardias y los trabajadores de las islas.

De esta manera, enterándose por los internos, “a través de sus trabajosas palabras, de sus problemas, de sus sufrimientos, de sus vidas y sus esperanzas” narra diversos pasajes de la vida cotidiana en la isla: la explosión demográfica y los problemas por el racionamiento de los alimentos; las actividades deportivas y educativas; la fuga del falsificador Enrico Sampietri; y las entrevistas con el aventurero Antonio Olmedo, el preso más viejo de la isla, condenado desde el año de 1882; con María Elena Blanco, la reina del hampa y con el Uno, personaje característico por su egolatría y maldad, entre otras historias.

A través de un lenguaje sencillo, claro y contundente, Luis Spota proyecta con gran realismo el paisaje del destierro llamado Islas Marías; texto que vaticinó el gran porvenir que le esperaba dentro del terreno de la literatura, el teatro y la cinematografía.

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