La historia se hace con hechos deliberados y accidentales, con voluntades individuales y grandes transformaciones estructurales, con ideas y con palabras. El lunes estuvo dedicado a los discursos que dieron los últimos detalles a la arena en la que se librará la guerra que da inicio a otra era. Me detengo en lo dicho por George W. Bush y Vicente Fox.
Los grandes discursos (el Sermón de la Montaña, la oración fúnebre de Pericles, las 270 palabras que Lincoln pronunciara en Gettysburg...) tienen en común la consistencia interna, la cadencia y la elegancia del lenguaje y su capacidad para capturar el espíritu de esa y otras épocas. La alocución pronunciada el lunes por el presidente George W. Bush no cumple con esos requisitos pero formará parte de la historia por otras razones. Bush construyó su razonamiento con una invocación a la seguridad nacional de Estados Unidos: la amenaza que enfrenta ese país, y el mundo, es enorme porque el “régimen de Iraq -dijo Bush- continúa teniendo y escondiendo algunas de las armas más letales jamás construidas”. Ante ello, Washington tomó la decisión de defenderse atacando a Iraq acompañándose de unos cuantos porque en su lectura, la mayoría de sus aliados fue timorata, y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exhibió una profunda incapacidad. Estudiar la seguridad nacional de un país (o de una región, o del mundo) exige tener la capacidad de saber cuáles son las medidas exactas que tiene la amenaza. Aquel país que cuenta con esas capacidades está preparado para diseñar las estrategias y tácticas que son parte integral de una defensa exitosa. Lo trágico es que frecuentemente se manosean las amenazas a la seguridad exagerándolas o minimizándolas. Bush tiene razón cuando enumera la agresividad de Saddam Hussein contra su pueblo y vecinos. El tirano es indefendible.
Bush ha sido incapaz de demostrar que Hussein es una amenaza a la paz mundial que no pueda ser controlada por las inspecciones que realizan las Naciones Unidas. La debilidad del discurso de Bush también se debe a que corresponde a otra época. Hace algunas décadas lo más común era que las amenazas a la seguridad se describieran con adjetivos grandilocuentes. Durante su largo enfrentamiento, Estados Unidos y la Unión Soviética preparaban análisis de “seguridad” en el que los malos y los buenos aparecían enfrentados en una lucha mortal que sólo terminaría con la muerte de uno de los enemigos. Por eso fue que la Guerra Fría alimentó una paranoia universal en la que la mayoría de los análisis, de “seguridad”, mezclaban verdades con mitos sin fundamento. Eso ha cambiado. Una de las consecuencias que trajo el final de la Guerra Fría ha sido una exigencia generalizada de rigor intelectual. Una crítica o condena es más efectiva cuando está bien sustentada (elemental aspecto que olvidan algunos políticos y medios de comunicación mexicanos).
El discurso de Bush no es creíble porque la amenaza que representa Iraq sólo es percibida por los escasos creyentes que rodean al presidente estadounidense. Pese a su pobreza, el discurso trascenderá porque con esas palabras Washington confirma su determinación de desencadenar la violencia extrema ignorando los métodos y organismos creados por la comunidad internacional.
Dentro de las limitaciones asociadas a nuestro tamaño e influencia, el discurso de Vicente Fox es notable y digno de elogio. Su mérito no está en la elegancia o cadencia del lenguaje. Sus virtudes principales están en la consistencia interna y, sobre todo, en la oportunidad con la cual definió la postura de su gobierno. El tiempo es fundamental. El presidente mexicano reivindica la relación mexicana con Estados Unidos, “nuestro socio más cercano, nuestro vecino y amigo”, pero discrepa abiertamente con los “tiempos y los procedimientos” elegidos por el eje Washington-Londres-Madrid.
Le dijo que pese a compartir frontera y a ser socios comerciales no somos aliados para todo lo que se le ofrezca al vecino. En el mismo escrito el Presidente mexicano hizo una distinción fundamental al separar los “temas bilaterales de nuestra agenda y nuestro compromiso multilateral”. En los primeros asuntos tenemos una relación muy estrecha pero en los segundos preservamos la independencia diplomática. Con otras palabras pero volvió a aparecer el añejo “acuerdo para el desacuerdo” que ha modulado la relación entre los vecinos en tiempos de crisis.
¿Traerá consecuencias desastrosas el discurso de Fox? Inmediatamente después de que lo pronunciara algunos círculos mexicanos expresaron preocupación y hasta dijeron que hubiera sido mejor que el Presidente guardara silencio (petición que por otros motivos es bastante frecuente). En esta ocasión la evasión era imposible e indeseable. Virtualmente todos los jefes de Estado del mundo -desde los actores protagónicos hasta los que sólo son mirones— marcaron su posición en unas cuantas horas. Hablaron para sus pueblos, el mundo y, sobre todo, para la historia porque aun cuando nadie conozca el desenlace, todos sabemos que se inicia otra era.
Estoy entre los que consideran que Fox tomó la decisión correcta pronunciando un discurso en el tenor adecuado que nos protege de las altamente improbables represalias. Cuando uno revisa ambos discursos con esta perspectiva es evidente que Bush y Fox tuvieron mucho cuidado en no crear fricciones entre los países que gobiernan. Como a ninguno convienen las diferencias fue reveladora la cautela que tuvieron al hablar de las medidas adoptadas para proteger instalaciones estratégicas: Ninguno incluyó a sus fronteras lo que es un reconocimiento explícito de que se sienten seguros con lo que en ellas pasa. El desenlace inmediato está anunciado. En caso de que Saddam Hussein se rehúse a exiliarse y de que no sea derrocado por alguno de sus generales (es decir, si el dictador iraquí mantiene el control del poder) los ejércitos iraquíes serás aplastados. Será una guerra corta seguida de un largo ciclo de radicalismos y violencias acompañados de un difícil debate sobre la nueva conformación de las organizaciones multilaterales. En la memoria quedará ese lunes en el que Bush pronunció un discurso tan pobre, que condenó política, moral e intelectual la invasión estadounidense a Iraq.
El caso de México es diferente. Hace relativamente poco que nos abrimos al mundo y este conflicto sirvió para que se diera un debate real sobre la forma en que concebimos el tipo de relación con Estados Unidos y el mundo. Como estoy entre los convencidos de que el aislacionismo es imposible y que tenemos que salir a defender nuestros intereses e impulsar nuestras convicciones al exterior, me pareció muy acertado el discurso de Vicente Fox. Tomó en cuenta lo que piensan las mayorías y se atrevió a disentir de la potencia lo que es un saludable ejercicio que fortalece la seguridad en nosotros mismos. Ante el panorama futuro que tiene la humanidad, vamos a requerir la certidumbre de que si otros cuentan con la fuerza nosotros estamos del lado de la razón.
La miscelánea
No todo es conflicto y destrucción. También hay buenas noticias. La Fundación Mexicana para la Educación Ambiental que preside Manuel Arango logró reunir las donaciones suficientes para que, por primera vez en la historia, particulares cubrieran una indemnización justa a los ejidatarios y se pudiera expropiar y preservar la maravillosa Isla del Espíritu Santo en el Mar de Cortés. Con ese motivo editaron un bello libro. Es de elemental justicia reconocer el logro que confirma los pasos que se están dando para frenar la devastación de nuestro medio ambiente.
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