“Los atavismos más perniciosos sienten la imperiosa necesidad de cubrirse con un ropaje de modernidad y progreso.”
Herman Hesse
Súbitamente todos los políticos quieren impulsar una Reforma Fiscal. De pensar que los ciudadanos los castigarían electoralmente por aplicar el IVA a todos los productos y servicios, hoy se dan cuenta de que el riesgo real es que los electores los perciban como renuentes a hacer una reforma que cada vez más se percibe como necesaria. Por eso incluso Emilio Chuayffet —quien parece a punto de suceder a Elba Esther Gordillo como coordinadora de los diputados del PRI debido a que ésta cometió el pecado de negociar con el Gobierno— afirma que la reforma es necesaria.
Pero hay de reformas a reformas. Y la verdad es que las que se están planteando ahora en el Congreso no son reales.
Con extraordinaria miopía muchos políticos están convencidos de que México necesita una Reforma Fiscal para sacarle más dinero del bolsillo a los gobernados para así permitir un aumento del gasto público. Pero ha sido tan malo el Gobierno para gastar el dinero de los contribuyentes, que es absurdo pretender que ése pueda ser el propósito de la Reforma Fiscal.
No, la Reforma Fiscal la necesitamos para tener una mejor economía, para promover una mayor inversión que genere más empleos y nos dé un mejor nivel de vida a todos los mexicanos sin tener que ir a trabajar a Estados Unidos. Para eso se requiere simplificar radicalmente nuestro complejo sistema fiscal y reducir las tasas del Impuesto Sobre la Renta que no son ya competitivas en el mundo moderno.
La única propuesta que medianamente cumplía estos propósitos fue la que en un principio envió el presidente Vicente Fox al Congreso el pasado mes de noviembre. Ésta homologaba el IVA en 10 por ciento para todos los productos y servicios y reducía las elevadas tasas del impuesto sobre la renta.
Esta iniciativa fue rechazada por los políticos del PRI y del PRD, pero a muchos les queda claro que los ciudadanos no quieren que sus legisladores simplemente digan siempre que no. Por eso todos, incluso quienes derrotaron ayer la propuesta del Presidente, dicen hoy que quieren hacer una Reforma Fiscal.
Pero, ¿qué reforma harían? ¿Una que mantenga la dispendiosa tasa cero en alimentos y medicinas, que preserve las tasas diferenciadas en la frontera y en el centro del país, que sostenga los tratos preferenciales a los trabajadores sindicalizados? ¿Una reforma que haga que permanezca toda la complejidad e injusticia del actual sistema? ¿De qué nos serviría tener una reforma de ese tipo?
El problema es que los políticos que dicen querer una Reforma Fiscal, pero que se niegan a cualquier reforma de fondo, se creen sus propias mentiras. Ahora levantan la voz en contra de gravar las prestaciones sociales, pero no quieren darse cuenta de que esta medida está compensada por la exención universal a los trabajadores que ganan hasta seis salarios mínimos. No quieren reconocer tampoco que la exención a las prestaciones sociales ha servido simplemente para que los trabajadores sindicalizados, que son los mejor pagados del país, tengan un trato privilegiado sobre los demás.
Qué bueno que ha habido un cambio en muchos políticos al respecto de la necesidad de una Reforma Fiscal. No sólo Chuayffet sino que muchos otros miembros del PRI y del PRD dicen ahora que es necesario tener una “Reforma Fiscal”. No quieren que los electores los castiguen por oponerse sistemáticamente a todo.
Pero no dejemos que nos engañen. Los políticos no pueden decir que apoyan una Reforma Fiscal mientras rechazan todas las medidas de simplificación y racionalización de nuestro complejo e injusto sistema fiscal. No es honesto que afirmen apoyarían una reforma para favorecer a los mexicanos cuando se niegan a aceptar una iniciativa que fomentaría una mayor inversión y una mayor generación de empleos.
Incluso en política llega un momento en que uno debe tener el valor de asumir las consecuencias de las posiciones que uno toma. Si nuestros políticos se oponen a una verdadera Reforma Fiscal, una reforma que simplificaría el sistema y le daría más competitividad a la economía, más vale que acepten públicamente su responsabilidad.
Darla por muerta
Está a punto de terminar el año y se siguen discutiendo en el Congreso propuestas de Reforma Fiscal cada vez más absurdas y complejas. Los contribuyentes no sabemos qué reglas tendremos que acatar en tres semanas. Más vale dar la reforma por muerta ahora y mantener las reglas vigentes. Mucho daño le hace al país estar cambiando constantemente de reglas fiscales. Aprovechemos la Convención Nacional Hacendaria, que se iniciará en febrero, para iniciar una nueva negociación.
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