México, DF.- El grito alegre de Noé se escuchó en toda la zona enrejada frente a las taquillas del Azteca: -¡Papá, sí vamos a entrar, porque los boletos cuestan 50!
El pequeño de ocho años se frotó las manos y, con la ilusión desbordada de ver por vez primera un partido de la selección mexicana de futbol, fijó la mirada en el viejo letrero de precios: platea, 70 pesos; especial bajo, 50.
Se apresuró don Antonio a sacar su billete de 100... “Me da dos”, dijo a la taquillera, mientras el niño saltaba de gusto. Pero la respuesta lo dejó frío: “El más barato cuesta 120”.
En vano las réplicas. Fue un revendedor, de los muchos que se agolparon en la explanada del Azteca, quien disolvió el sueño infantil: “Esos precios eran del Necaxa”. Cómo decirle a Noé que no habrá noche de futbol...
Hasta los magos de la reventa exigieron la salida de Ricardo La Volpe del timón tricolor. “A la gente no le gusta como juega el equipo y nosotros pagamos el pato”, lamentó José Luis, mejor conocido como “El Negro”, quien eligió este oficio para evitar otros riesgos: “Una de dos: era revendedor o secuestrador”.
Un día antes del juego frente a Costa Rica mejoró la afluencia de aficionados, aunque los revendedores fueron mayoría otra vez y muchas de las historias giraron en torno a sus negocios frustrados.
Para ellos, el escenario empeoró por el método desesperado del comité organizador de la Copa Oro, que desde el mediodía del martes ordenó la venta de boletos de 300 pesos o más, al dos por uno.
“Esto de la promoción nos dio en la torre. Ni las moscas preguntan”, la queja del “Tili”, quien junto a sus amigos, “El Cato” y “El Cachondo”, ideó una estrategia para evitar más pérdidas: hicieron guardia cercana en las taquillas para detectar las preferencias del público y los vaivenes del mercado.
“Aquí, cerquita del asunto, nos damos cuenta qué boletos tienen más demanda y luego los apañamos. Con diez o veinte pesos que ganemos nos damos por bien servidos”, describió El Cato.
La desolación los obligó a rematar el boletaje (quienes compraron series en Ticket Master las ofrecen hasta en un 30 por ciento, por abajo de su costo normal) y a cruzar los dedos para que México y Estados Unidos lleguen a la final del torneo.
“Ahí sí hay pique, por lo del Mundial: y si Dios quiere, el sábado matamos puerquito”, imaginó “El Tili”, un convencido de que cuando los partidos son atractivos, la afición es capaz hasta de “vender las cucharas y los picos”.
Unos, lloraron su derrumbe económico. Otros hablaron con más optimismo.”Vienen entre 70 y 80 personas por hora”, calculó Isaac Hernández, taquillero del estadio.
Su compañera de reja, Lilia Olasco, pronosticó que para hoy, en el duelo semifinal México-Costa Rica, habrá media entrada: no menos de 40 mil.
Mediodía de regateos y decepciones. Cada cual con su trama: don Mario y su canasta aún atiborrada de tacos frijoleros; Juan y su propósito de gastarse en el futbol todo el dinero de su reciente liquidación; Fernando Cadena, policía federal preventivo, y su escapada clandestina al Azteca; Nancy y Steve y su amor de unas horas: se conocieron en México-Brasil; “El Negro” y sus deseos de secuestro.
Y al final, lágrimas de Noé y la nueva promesa del padre: “Mejor venimos a la final...”. (SUN-AEE)