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MÉXICO, DF.- Mítico ídolo: Cuauhtémoc Blanco. Nunca ha tenido un título en su vida deportiva, más que ser seleccionado nacional y jugar en el América. Pero el pueblo, la masa, se identifica con él, un espejismo, reflejo de la crisis de valores por la que atraviesa México.
El mexicano con una imperiosa necesidad: ser a través de otro, ante la falta de opciones en la vida. La masa y su enfermedad: padece una crónica patología social.
"Cuauhtémoc, como todos los ídolos, también tiene pies de barro", resume el sicólogo italiano Guiseppe Amara Pace, quien ejerce la profesión desde hace 38 años.
El ídolo, reflexiona, sería el hombre que si no brillara sería un caso triste. Que incluso asombraría por su patología. "Todo en el fondo es magia, fantasía, como los Reyes Magos o Santa Clós. Identificarse con esa sensación de grandiosidad, donde destaca alguien".
Y agrega, sin sombra de duda, que el jugador, "corre un grave riesgo: convertirse en alcohólico en su etapa postfutbolística".
Para José Luis Soto Aguilera, sociólogo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Blanco "refleja la aspiración de la gente de salir del hoyo en el que se encuentra".
El delantero, remata Soto, "es ídolo de papel".
Blanco Bravo, a los 31 años de edad, en el inicio del ocaso de su carrera, tiene una peculiar personalidad marcada por su origen humilde que parece perdido en el limbo de la escala social donde llegó: Es caprichoso, berrinchudo, arbitrario, soberbio, irrespetuoso con sus mismos compañeros de oficio, machista, relativamente exitoso dentro y fuera de la cancha, tiene dos debilidades: la cerveza -dicen sus allegados- y las féminas guapas -Liliana Lago, la “Nachaplus”, con quien procreó una hija, y la actual Galilea Montijo, conductora de Televisa.
Hay una paradoja que puede tener excepciones a la regla, reflexiona Amara Pace. "Tampoco brilla en el deporte el individuo neurótico, narcisista, alterado, algo sicótico, a quien no le interesa el sufrimiento del otro o la otra, que cambia mucho de pareja".
La impetuosidad y altivez de Blanco, agrega el sicólogo, quien conduce el programa radiofónico "Parejas Disparejas", en el fondo son reflejo de temor, angustia, pequeñez. Y matiza que, en comparación de hace cuatro o cinco años, se siente "más esperanzado" con el jugador, cuando se habló de que golpeaba a su entonces mujer.
"Corría un grave riesgo de decadencia deportiva prematura. Pero pese a todo, con errores, ha flotado", agrega.
Amara, desde que tiene uso de razón, ha sido un apasionado del futbol. "siempre le voy a los equipos chicos", confiesa. Y quizá, salvo la Juventus, de Italia, en España es hincha del Osasuna, y en México, debido a que la UNAM le dio cobijo cuando llegó en 1970, es seguidor de Pumas.