08 agosto 2003
BOGOTA, (Reuters).- El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, cumplió un año de mandato con una popularidad del 70 por ciento y habiendo conquistado aparentemente el objetivo más esquivo para sus predecesores: infundir confianza y seguridad a una nación hastiada de la violencia.
En sus primeros 12 meses en el poder, su gobierno se ha concentrado en debilitar a las guerrillas izquierdistas, controlar el tráfico de drogas, reactivar la alicaída economía y entablar una negociación con los grupos paramilitares de ultraderecha en busca de su desmovilización.
En el primero de sus cuatro años de gobierno, el menudo y austero abogado de 51 años ha consolidado el apoyo de su principal aliado, Estados Unidos, que en los últimos tres años ha aportado más de 2.000 millones de dólares en ayuda militar para el Plan Colombia, una estrategia que pretende combatir el narcotráfico.
Pero las tareas pendientes son muchas y el camino pedregoso, en este país afligido por un conflicto interno de casi cuatro décadas por el cual fallecen más de 3.500 personas al año y miles más sufren el desplazamiento forzoso tras haber abandonado sus tierras y hogares.
Habiendo sembrado muy amplias esperanzas en la población, Uribe debe asumir, entre otros, el desafío de lograr la paz con los grupos ilegales, reducir el desempleo que bordea el 17 por ciento y ajustar las finanzas de este país andino cuya deuda ronda el 51 por ciento del Producto Interno Bruto.
La mayoría de los cerca de 40 millones de colombianos apoya su gestión y cree en su presidente, pero exige resultados contundentes porque no aguanta más la guerra ni la pobreza, que alcanza el 60 por ciento de la población.
El presidente inaugurará un monumento en honor a los combatientes caídos en guerra y luego celebrará el aniversario de los 184 años de la Batalla de Boyacá -que consolidó la independencia de Colombia de la corona española- asistiendo a una ceremonia en el Puente de Boyacá, a unos 120 kilómetros al norte de Bogotá.