También son... los olores de la muerte
EL SIGLO DE TORREÓN
Torreón, Coah.- Se les asocia con la muerte por su olor característico y por las fechas en que se cultivan, pero realmente transmiten vida, vida a los altares en honor de los difuntos que se levantan en escuelas, en los hogares. También dan vida y gran colorido a los panteones en el Día de Muertos, que según la tradición, se observa el primero y el dos de noviembre.
Se trata de dos tipos de flores hermosas y con un gran significado esotérico: el Cempoal o Zempasúchitl, color amarillo intenso y de espesos pétalos; y la “Mano de León”, de tono morado aterciopelada, semejante precisamente a la mano del felino y su tallo parece la parte del brazo, gruesa, dura y de un verde oscuro.
Esas dos flores, en conjunto, predominan en los arreglos que en estos días se llevan a los difuntos, cuyos restos yacen en los cementerios y que, de acuerdo con la creencia, salen esos dos días a visitar a sus seres amados, con quienes conviven espiritualmente.
Estas flores tan especiales —hay quienes afirman que “huelen a muerto”—, se cultivan aquí en la Comarca Lagunera, rumbo a Villa Juárez, en las comunidades de Álvaro Obregón, Monterreycillo, Las Huertas, San Carlos y Las Piedras. Desde la carretera se pueden observar las extensiones de tierra donde se cultivan y esperan el corte para los días claves.
Añoranzas...
Don Gustavo Marrero Canto sonríe, añora los años idos, cuando las grandes extensiones de tierra en las que se sembraban las semillas del Cempoal y de la “Mano de León” daban trabajo a cientos de campesinos que las sembraban y obtenían abundantes cosechas para los finales de octubre y recibían su recompensa en dinero, precisamente al instalar su vendimia en los mercados o directamente en los panteones municipales de Torreón, Gómez Palacio y Lerdo.
“Eran definitivamente otros tiempos”, expresa el hombre curtido por el sol y de piel ajada por el paso de los años.
“No teníamos que ir a la obra o a trabajar en las maquiladoras, pues todo el año había trabajo en los campos de estas comunidades. La mayor parte del tiempo la ocupábamos en sembrar elotes, calabacitas, ejotes, chiles de los llamados pulla y ‘güeritos’, cebollitas de rabo, y desde luego los nopalitos no podían faltar, enteros o en cuadritos, listos para cocinarse”.
La gente de esos lugares era conocida por su alta producción de hortalizas que también comercializaban en los mercados locales. “Quienes nos conocían, buscaban a los ‘vendedores de Villa Juárez’ ”, expresa con orgullo precisamente porque llevaban productos fresquecitos, baratos, no se diga con las flores.
“Sólo el nombre nos quedó”, afirma el humilde campesino que ahora sólo siembra una pequeña parte de tierra y espera en estas fechas obtener algo de dinero para irla pasando.
Era tanta la producción de flores para celebrar el Día de Muertos que camiones y trailers de bodegueros de la Alianza y el Mercado de Abastos alcanzaban a surtirse.
Inclusive había capacidad para enviar a otras regiones donde este tipo de flores mortuorias no se dan.
La falta de agua
Y en lo que ya es pasado y ahora sirve para cultivar maíz y nopal forrajero, “Don Gus”, como lo conocen en Villa Juárez, culpa de esta triste realidad a la falta de agua.
Y muestra con tristeza que los canales están secos. Sólo una vez por año —y eso en muy pocas cantidades—, reciben agua, pero la mayor parte de lo que ahora producen esos campos, se debe a la poca lluvia que cae del cielo.
Señala que el agua que se extrae de la presa y se distribuye en canales no es suficiente, sobre todo si se toma en cuenta que “hay entriegos (sic) arreglados”.
Además, en la región llueve poco, de manera que aún pueden asegurar una buena siembra, es porque tienen noria privada y venden o compran el agua.
La bonanza de las flores ha sido de las mejores épocas que han vivido esas comunidades, afirma “Don Gus”; pero ahora todo mundo se dedica a otra cosa, “venden carnitas, cerveza, pintan carros, venden comida al lado de la carretera, leña, ropa de segunda o se van de choferes a Torreón”.
“Otros compañeros campesinos, después de ser exitosos productores, pasaron a ser revendedores de flores y hortalizas y siguen con sus pequeños puestos en la Alianza, allá por el rumbo de las vías, pero ahora, se surten del Mercado de Abastos”.
Y todo por la falta de agua, insiste y repite una vez más con indignación el hombre del campo, quien respira profundamente y huele a “caguama”, “todo por culpa de la Planta Termoeléctrica, que todos sabemos, se acabó el agua de esta región”.