En los próximos meses no atino que pueda llegar a suceder, aunque especulo que no será nada bueno para el país. Me puso los pelos de punta el Presidente de la República cuando dijo que en los primeros años de su mandato la población tiene mayor calidad de vida similar a las de países desarrollados. No aclaró a qué sector se refería pero debemos coincidir, con ese panorama halagador, si lo referimos a un pequeño grupo social que desde tiempo atrás detenta la riqueza nacional. Las grandes mayorías carecen en estos días no solamente de buenos ingresos sino siquiera de empleos mal pagados. Esa declaración presidencial me ha dejado con el ojo cuadrado, pues ignoro si se trata de una actitud demagógica llevada al extremo o de una falta absoluta de cordura en que lo absurdo se convierte en una obsesión. ¿Será que la dura realidad le está arrinconando sus pensamientos, impidiéndole darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor?
Es verdad que el ciudadano, cansado de políticos charlatanes, decidió darle oportunidad de tomar las riendas del país a un empresario que no tenía experiencia en la administración pública. Pronto se daría cuenta que sentado en la silla presidencial no sabría como gobernar, dada su carencia de dotes personales para hacerlo. El tomar responsabilidades no parece ser una parte substancial de la manera de ser de Vicente Fox. Lo expuesto como proyectos a futuro “Marta y yo nos vamos al rancho cuando termine el sexenio” no hace otra cosa que descubrir a un Presidente fuera de la realidad que no se da o no quiere darse cuenta de la situación que se vive en el país. Cuando se esperaría que los tres últimos años de su período en Los Pinos estuviera al tanto de las estrategias económicas que le demanda el México del presente, está pensando en “planes muy pero muy padres”.
Un presidente no puede abdicar así como así de sus compromisos con esa actitud lo único que está logrando es que se forme un enorme vacío de poder. Lo que se puede pensar es que se baja del caballo antes de tiempo decidiendo que la sucesión presidencial ya está en marcha. Bueno, dejar el corcel con la rienda suelta no es aconsejable pues el noble animal, por lo común, tiende a volver al viejo establo. Está entusiasmado con el señuelo de que cualquiera puede montar, aun los de su equipo, a los que “ni reprimiré ni les apachurraré la cabeza para meterlos debajo de la mesa y que ahí se den de patadas”. Eso sería posible si el país estuviera en bonanza, todos tuvieran trabajo y el problema radicara en cómo repartir los beneficios de una economía sana. La dura realidad es que el gabinete ha dado muestras de que no puede ni con la bolsa del mandado, por lo que da lo mismo que estén en sus oficinas o anden en paliques perdiendo el tiempo.
La cuestión es que a mediados de sexenio el Presidente, con sus declaraciones, en términos boxísticos, parece estar arrojando la toalla, lo que se refiere a que está fraguando terminar anticipadamente su período al frente del gobierno. La tradición en estos asuntos del cambio de poderes indica que el presidente Vicente Fox, de por sí débil gobernante, por sus constantes desaciertos, esté produciendo el herradero que suelen traer las ambiciones desbocadas. En fin, ahora resulta que somos un pueblo, a los ojos de Vicente Fox, que ante la falta de empleos debe dedicarse a la elaboración diaria de gorditas y pasteles. Desde luego no es un desdoro dedicarse a la noble labor de alimentar a nuestros semejantes. Lo grave del llamado es que no logra esconder un grito de zozobra: ¡sálvese el que pueda!