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De la farsa y sus actores

Federico Reyes Heroles

Hace 36 meses estaban eufóricos. Los sondeos indicaban que su candidato podía, una vez más, ganar la presidencia de la República. Se pensaban invencibles. Hace 30 meses iniciaban una involuntaria temporada en el infierno. Habían perdido la presidencia. El ranchero y su equipo lograron convencer a la sociedad de que había llegado la hora. Nunca habían estado del otro lado del escritorio, afuera, sin su principal apoyo: el Presidente de la República. Por si fuera poco el caricaturesco discurso de campaña caló en la sociedad. Para atrás todo era oscuridad, corrupción, mal gobierno. La sociedad mexicana debía renacer, lo cual cruzaba por la desaparición del PRI.

Hace 36 meses fueron incapaces de, simplemente, convencer al ciudadano de mirar a su alrededor y preguntarse de dónde surgió este México invadido, es cierto, de corrupción y carencias gravísimas, de injusticias, pero también de logros mayores. No pudieron explicar lo evidente. ¿Quién construyó la infraestructura que abraza en las ciudades a setenta millones de mexicanos, quién levantó la industria petrolera, una de las más grandes del orbe y la eléctrica que, con todo y su crisis, es uno de los pilares del México moderno? ¿De dónde salió el aparato de salud al cual acuden decenas de millones de mexicanos o el sistema educativo, repleto de deficiencias, pero que permitió la movilidad social, abriendo así horizontes en las vidas de los mexicanos? El argumento de la defensa hubiera podido ser apabullante. Si Vicente Fox provocaba a los mexicanos con una lectura, sin matices, en bloque, los de adentro también hubieran podido responder en bloque: tan simple como hacer un corte de caja de dónde estaba México hace 73 años. No pudieron, atrapados por sus cuitas internas, peleados con los “tecnócratas”, negando tontamente los avances de las últimas tres gestiones, el PRI se peleó con su propio pasado. ¿Dónde estaríamos hoy sin el adelgazamiento del estado, sin el TLCAN, sin el Tratado con la Unión Europea? Los colosistas contra los zedillistas, los zedillistas contra los salinistas, todos contra todos, incapaces ya no digamos de admitir sus evidentes lacras, peor aun de leer lo que estaba en su haber histórico.

Pero los daños al PRI de ese discurso en bloque, de caricatura, es lo de menos. En todo caso es asunto de ellos. Lo más grave es que esa versión de México introdujo un elemento de irracionalidad en las expectativas de millones mexicanos. Hoy el gobierno panista y todos pagamos los costos. La solución a las lacras del país, decían, era darle una patada en el trasero a los priístas, que entrara la “gente buena”, limpia y sanseacabó. El país habría de renacer. Durante más o menos año y medio el presidente y su equipo vociferaron la misma sandez.

Hasta que descubrieron o admitieron que también había “gente buena” adentro, funcionarios honestos por ejemplo en Pemex, que la CFE no era un nido de víboras, que el IMSS, (47 millones de derecho-habientes) contaba con áreas de orgullo, que en salud pública en México había habido avances históricos, que la educación pública también contaba con varias medallas muy merecidas, que Progresa, hoy rebautizado, tenía rumbo y una estrategia inteligente, en fin que la caricatura no ayudaba a gobernar con sensatez.

Tres años después, en campaña de nuevo, el gobierno de Vicente Fox empieza a vanagloriarse de lo bien que van las cosas: CFE es un orgullo con niveles de eficiencia internacionales, Pemex es uno de los pilares de México, el sistema educativo es la herramienta para construir el mañana, lo mismo vale para Contigo o para el papel de las Fuerzas Armadas, igual en la lucha contra el narcotráfico que en emergencias, etc.

México, único país con tratados comerciales con Estados Unidos y con Europa, es el territorio de las grandes oportunidades y, además, traemos 40,000 millones de dólares de reservas.

Aplausos por favor. Hay sin embargo un pequeño problema de sentido común: no ha habido un solo cambio institucional relevante, vamos hoy nos gobiernan exactamente las mismas instituciones que hace tres años y muchos más.

¿Cómo explicarle al ciudadano común y al mundo que el renacimiento mexicano se dio con las instituciones creadas por el PRI y sus antecesores? Por cierto las corruptelas e ineficiencias siguen en pleno renacimiento. Sin embargo, a la par, el régimen se queja de estar maniatado. ¿Por fin? ¿Hasta dónde es cierta la cantaleta de que la responsabilidad de la “parálisis” recae en la necedad priísta de bloquearle todo al Presidente Fox? Porque son infinitos los cambios internos que se hubieran podido efectuar sin tener que preguntarle a un solo diputado por su opinión. Pero algo es cierto, el gobierno de Fox se desdibuja: del acuerdo migratorio, a los “changarros”.

No encuentran su papel en la caricatura. La elección intermedia obliga, por salud mental, a enterrar la caricatura. Si comparamos al régimen con sus propios dichos corre uno el riesgo de volverse esquizofrénico: ¡estamos en jauja aunque no nos dejen cambiar! Si seguimos la argumentación opositora priísta igual: ¡Fox es el caos, aunque todo sigue igual! En medio el ciudadano rebota de un lado al otro, como la triste pelota que sólo es un objeto del juego y no el fin en sí mismo.

Ni venimos ni estamos instalados en el caos. En nuestro pasado reciente hubo aciertos notables, aunque los propios priístas no puedan verlos. Porque son aciertos no conviene cambiarlos y en eso Fox ha sido sensato, aunque él tampoco sepa explicarlo, no cuadra en la caricatura que tan útil le fue en la campaña. No es cierto que el gobierno esté paralizado, si no cómo explicar algunos logros importantes como el Instituto Nacional de Evaluación Educativa o la Ley Federal de Acceso a la Información Pública o la apertura de archivos históricos o la creación de la Fiscalía Especial para crímenes del pasado, o el carácter obligatorio del preescolar o la aprobación adelantada del presupuesto, etc.

Pero no quieren admitirlo, porque piensan usar la tesis en la campaña en curso, para así vendernos la idea que de la “parálisis” sólo se sale con mayoría panista en la Cámara. Es cierto que falta lo más importante.

El engaño de unos y otros continúa. Pero, ¿a quién beneficia este diálogo de locos? Si la caricatura panista sobre el pasado revive, Vicente Fox jamás podrá explicar sus logros terrenales. Tampoco por qué 40 por ciento de ciudadanos dio su voto a esa opción en el 2001 y 2002. Si el catastrofismo priísta impera en su discurso, ese partido tendrá que encontrar una buena explicación de por qué una buena porción de mexicanos, 60 por ciento, está satisfecho con el caos. Lo bueno es que no están solos y que los mexicanos observan la farsa con distancia.

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