La tuvimos hace unos dos años en un hotel de Nashville, Tenessee.
Era casi en la madrugada, no conciliábamos el sueño, y en ese gran hotel que parecía una pequeña ciudad había restaurantes para todos los gustos, y uno que permanecía abierto toda la noche.
Ahí llegamos, tomamos asiento y pedimos un café con bísquetes.
Pasaron los minutos y veíamos el trajinar de un empleado de limpieza, con todo el tipo de mexicano.
Y en determinado momento, sabiendo que procedíamos de México nos preguntó nuestro origen diciendo después que era nuestro paisano.
Avanzó en sus tareas y se dio tiempo para platicar un poco con nosotros.
Y apareció la historia tan repetida, tan multiplicada de tantos mexicanos que emigran buscando un mundo mejor.
Ya entrado en confianza, notando la capacidad que teníamos de escuchar nos dijo:
“Todos nos venimos buscando mejorar, unos lo consiguen, muchos no. Nosotros, los emigrantes, tenemos una vida dura y difícil, de mucho trabajo y poco descanso, pero soñamos con que nuestros hijos tengan otro destino, mucho mejor. Mire yo tengo aquí muchos años y mis hijos van a la escuela. Ahí donde vivo hay familias que tienen hijos que han empezado a prosperar, después de estudiar, pero también hay otras que cuentan con hijos problema, muy metidos en cosas de mal vivir, tal vez de drogas.”
Así estuvimos platicando mucho, hasta que un supervisor paró oreja y con un gesto lo hizo reanudar su trabajo.
Después, ese paisano lo encontrábamos y nos saludábamos. En nuestra mente había quedado su mensaje, que quizá, sabiendo que estábamos dentro del periodismo quería, sin haberlo pedido, lo comunicáramos a otros.
A los Estados Unidos se va en busca del progreso, unos lo encuentran otros no, algunos incluso pierden la vida en el intento.
Ojalá un día en nuestro país hubiera más oportunidades para todos, que nos quedáramos a luchar por mejorar, pero es tan difícil, más ahora que las tasas de desempleo aumentan día con día, digan lo que digan los demás.