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De La Vida Misma / El Otoño

Miguel A. Ruelas

Este año nació el pasado martes.

Lo precedieron días lluviosos que causaron sentimientos encontrados, para muchos fue de alegría por las mejoras a los campos, y para otros molestias, tristeza y preocupación por los daños a sus hogares.

Pero el Otoño ya está aquí.

Esta vez lo vimos nacer en el campo.

Por ahí andábamos recogiendo las nueces del nogal de un amigo que tiró la lluvia en forma generosa.

Todos los alrededores despedían olores maravillosos, y la misma tierra llena de charcos y lagunas parecía exhalar un aliento fresco y agradable que cautivaba.

Éste fue un año abundante en frutos, lo mismo duraznos que membrillos y los nogales no podían quedarse relegados ofreciendo cada arbusto montones de nueces que enriquecerán los panecillos y los pasteles caseros.

Y ahí, en el campo, nos vinieron los recuerdos de aquellos años infantiles cuando por diez centavos entrábamos a la Huerta Grande a comer todo lo que cupiera en nuestro estómago.

Y también, cuando lo encontrábamos, recurríamos a la generosidad de Don Eligio quien sonreía cuando le solicitábamos permiso para entrar a sus arbolados dominios.

Con su voz patriarcal nos decía:

?Sí, pasen, coman, hártense, vuelvan a comer, pero no lleven?.

Cuántas frutas llegábamos a comer en una tarde, lo mismo peritas sanjuaneras que manzanas blancas o rojas, membrillos que era un contento y rematábamos ya cerca de la misma barda con las tunas que abundaban en aquellas nopaleras llenas de espinas que no nos impedían cortar a mano sus frutos sacando unas espinadas de padre y Señor mío.

Junto a las huertas, atrás de la Alameda, había un estanque y en las ramas de los álamos nos poníamos a cantar, y ahí no faltaba el bromista que nos pedía oportunidad de hacer un solo y salía con un tema comercial, como aquel de la Sal de Uvas Picot, ganándose una pamba generalizada.

Casi al nacer el Otoño eran las fiestas del pueblo, y para entonces ya habíamos juntado hasta 20 centavos para comprarlos de confeti y arrojárselos a las niñas que daban vueltas encontradas con las nuestras.

El Otoño, hoy y siempre, con su encanto tan especial, con sus hojas que abandonan el árbol para formar un hermoso tapiz.

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