Ayer, en las cercanías de la presa Francisco Zarco, numerosas personas ofrecieron un homenaje a un lagunero distinguido: don Arturo Rodríguez Meléndez.
Varios son los atributos que ha mostrado este prominente comarcano.
Podemos decir que una de sus principales tareas, a lo largo de su existencia, es la forma en que ha ayudado a que la Comarca sea una especie de oasis o un vergel.
¿Cuántos árboles ha donado y ha plantado él mismo?
Están por todas partes, muchos de ellos junto al vaso de la presa conocida como “Las Tórtolas”, ahí donde él ayudó a crear el popular club de pesca “Las Pirañas”, un paraíso levantado por la mano del hombre, escondido entre bugambilias, duraznos, naranjos, guayabos y un sin fin de plantas de ornato.
Está también el bosque que ayudó a crear en la Ciudad Industrial de Torreón, ahí donde fue colocada esa estatua que él mismo donó y que muestra a un herrero, como un homenaje a los laguneros que forjaron el progreso industrial de nuestra ciudad.
Y podemos hablar también de sus afanes porque el parque Raymundo recupere la lozanía, belleza y forestación que tuvo, ofreciéndose no sólo para donar árboles sino también imprimiendo leyendas y mandando elaborar camisetas donde se invita a los laguneros a colaborar en el resurgimiento del famoso paseo de Lerdo, Dgo.
Don Arturo es un hombre incansable. El paso de los años lo fortalecen en lo físico y en lo espiritual. Sin desatender sus empresas, los fines de semana busca cómo emplear su tiempo para mejorar nuestro entorno. Es como si él mismo se hubiera dado a la tarea de proteger, no sólo un árbol, sino todos los que pueden estar por ahí esperando una mano y una voluntad que los lleve a cumplir su gran misión de proporcionarnos oxígeno y belleza.
Ayer, don Arturo sintió que no ha arado en el desierto, que su tarea es digna de que otros la emulen y que sigamos ayudando a que nuestro desértico panorama sea cada día más verde, más agradable.