¿Qué fin tuvo?
Por esta época, ahora conocida como la del ?Halloween? viene a la mente las incursiones por esta casa de la famosa máscara.
Fue ella un regalo que le hicieron a Hugo Aguilera por haber prestado sus servicios en aquella famosa Casa de los Monstruos, que estuvo por la calle Acuña donde hoy está el Archivo Municipal.
Don Jesús Rodríguez Astorga y Armando Navarro Gascón le dieron vida a dicha casa de entretenimiento, donde varios empleados contratados ex profeso, usaban las tremendas vestimentas que remataban con máscaras de diferentes y horrendas figuras.
Pero la que le regalaron a Hugo era realmente impresionante.
Además, a cada empleado que contrataron le dieron algunas clases para que caminaran de tal o cual forma, extendieran los brazos y emitieran algún sonido gutural que más impacto causaba.
Así que el cuarto oscuro de fotomecánica fue el escenario ideal.
Llevaban a ese lugar a algún incauto, la luz roja permitía apenas ver algo de lo que ahí se encontraba, y de pronto aparecía el que usaba la máscara caminando y ya sabrá usted la sorpresa, el miedo y pies para qué os quiero.
Por esos días se proporcionaban unos cursos de offset y venían de otros periódicos a tomarlos, así que estos visitantes eran los mejores clientes, pues desconocían lo de la broma y algunos creían en verdad que aquí espantaban y ya no querían seguir los cursos.
La máscara nos mostró algo interesante, ninguno de nosotros está preparado para enfrentar una inesperada sorpresa. Como que se bajan los pantalones en casos como éstos. Y lo decíamos porque aquí había algunos que estaban considerados como muy machos, muy entrones, y al llevarlos donde estaba la máscara eran los que más veloces corrían.
Naturalmente todo era broma, pero ahí nos dimos cuenta que ni adultos muy adultos estamos preparados para los sustos, y líbrenos el Señor de que se nos aparezca en la oscuridad alguien con una máscara y caminando como Frankenstein.
Un día la máscara desapareció, dicen que se la llevó el chamuco.