¿Para qué la quiere usted?
¿Para sufrirla, o para gozarla?
Si es del primer grupo, muchos motivos tendrá todos los días para fastidiarse por la cosa más pequeña, por el menor desaire, por el vuelo de la misma mosca.
En cambio si es de los que aprovechan todos los días de la existencia para tratar de ser feliz, encontrará en la misma adversidad, no un contratiempo, sino también un reto interesante, en el que se pondrá a prueba su capacidad de respuesta.
Todo empieza al conectarnos, después de despertar. El estado de ánimo que asomemos al día nos ayudará o nos afectará.
Ya despierto ubíquese, en día y hora. En planes y proyectos que se redondearán después de desperezarse, como los mismos gatitos que primero se estiran, se ponen cómodos y después contentos.
Luego un poco de ejercicio, porque el cuerpo con tantas horas en la cama, necesita un poco de actividad, con respiraciones profundas primero, y luego una caminata que podría alargarse cuando menos una media hora.
Y mientras camina va programando sus actividades.
No tardará en aparecer el primer contratiempo o el primer pensamiento de alerta. Que la colegiatura, que los pagos o los abonos, que la renta de esto o de lo otro.
Pero también entrarán en la mente las oportunidades de solución, pequeñas muchas veces pero necesarias e indispensables.
Y también no tardará en hacer acto de presencia la primera persona que pone a prueba nuestra paciencia y tolerancia, y de nuestra reacción estribará si tendremos un mal o un buen día.
Los imponderables de la vida, siempre estarán presentes. Y es que nuestro camino no está alfombrado ni lleno de panoramas verdes y apacibles, con gente callada y tranquila. Tiene que haber de todo, y nosotros seremos los que iremos construyendo nuestro propio destino con nuestra capacidad de respuesta a la realidad.
La vida es para gozarla, no para sufrirla.