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De La Vida Misma / Los nietos

Miguel A. Ruelas

Empezaron a llegar y lo están haciendo en cascada.

Definitivamente son otra cosa.

Uno no se imagina las cosas de las que vienen acompañados.

El primero rompió todos los esquemas. Pronto se apoderó del cariño y la atención de sus seres queridos, y fue él quien hizo abrir, no sólo los brazos de sus padres y abuelos sino también el corazón de éstos.

Tenía una misión importante, quizá la sabía por comentársela los angelitos que lo cuidan y arrullan por las noches.

Quiso caminar pronto y platicar de inmediato.

Inventó su propio vocabulario.

Las pelotas se convirtieron en popas, la petición de cárgalo se cambió por cáyoyo y un día se enteró que en el super vendían sabrosas papas y el nombre del establecimiento lo cambió por el de puper, y así fue cambiándolo todo.

Después se puso atento a todo lo que decían los mayores y minutos después repetía las conversaciones con su lenguaje cortado y estilizado.

Le encontró un gusto especial a los deportes, con preferencia por el futbol y naturalmente el nombre que más le gustó para repetirlo mientras pateaba una pelota era el de ?Pony?.

Y la primera vez que se plantó frente a una portería, al año ocho meses de edad, agarró la pelota y con ella se puso casi a la entrada de la cabaña desde donde tiró el penal más chapucero de todos.

Le dijimos que esos balones se pateaban más lejos y con una franqueza total comentó: allá no peye.

Así pues cuando llegó el segundo nieto que será el tercero que lleve el mismo nombre del autor de esta columna, el camino estaba ya alfombrado y las cosas se hicieron más sencillas y hermosas. Él también con su toque especial, con sus ojos bien abiertos tratándolo de ver todo con una mirada, y atento a lo que lo rodea, aunque por las noches da adelantos de que será cantante, tal vez de ópera.

Y apenas esta semana que se fue apareció por fin una nenita que deberá poner orden en la sala cuando sus parientes hagan diabluras y mil travesuras.

Ella apareció tranquila, como gran dama. Llena de serenidad y hasta discreta en sus reclamos pidiendo su teta.

Este mundo de los nietos es otra cosa. Nos han metido en un universo de ilusiones y de sueños, aún en estos tiempos tan difíciles.

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