En la que venimos a este mundo.
O en la que decidimos fijar nuestra residencia.
Ella, como una madre entregada, siempre estará esperando algo de nosotros.
Lo primero, cariño, mucho cariño que se convierta en amor.
Si por cosas que tiene el destino, un día salimos del suelo natal y vamos a otros sitios, aquel jirón de patria que nos vio nacer nunca nos olvidará, y espera de nosotros lo mismo.
Y donde fijamos nuestro domicilio, ahí donde nos formamos y nos integramos, también llega a adoptarnos como hijos propios.
Así pues, esas comunidades siempre necesitarán de nuestros cuidados, de nuestro interés por cuidarlas y hacerlas progresar.
Hemos conocido de gente ejemplar, que dedica algo de su tiempo y su esfuerzo por mejorar el entorno donde viven.
No tienen lo que podría llamarse un compromiso oficial que daría algún puesto público, son ciudadanos comunes y corrientes que gustan devolver algo a esa comunidad que también les dio mucho.
Las mismas amas de casa de muchos domicilios quieren poner su grano de arena aseando y cuidando el frente de sus casas, para que el barrio luzca mejor. Ese ejemplo lo siguen otras y así la cadena se extiende.
Hay hombres y mujeres que se reúnen para hacer labor social de embellecimiento de su colonia.
Otros se encargan de hacer gestiones para mejorar los servicios más indispensables como agua, luz, drenaje, limpieza, etc.
Y es que los buenos hijos siempre estarán pendientes de su comunidad que como decíamos anteriormente es como una madre para ellos.
Pero hay algo muy positivo en todo esto.
Los niños que ven a sus padres preocuparse por el mejoramiento de su comunidad, del lugar donde viven, van tomando el ejemplo, aprenden la lección y en el futuro podrán ser también espontáneos benefactores de su lugar.
Usted mismo seguramente podrá también poner su granito de arena en estas tareas, porque los benefactores, los buenos ciudadanos no necesitan título ni nombramiento oficial para hacer el bien a su comunidad.