Madrid, España.- Eso sí que es ocupar un sofá. Por rotundidad y por piernas. Son larguísimas, kilométricas. Mide 1.9 mts. con tacones bajos. Quizá por eso su cuerpo ha sido elegido para vestir de humano a T-X, el último cyborg diseñado por Skynet para acabar de una vez por todas con la resistencia humana.
Hablamos de la última entrega de la saga Terminator, que retoma el hilo argumental de las dos anteriores. El objetivo vuelve a ser el mismo: viajar en el tiempo para matar a John Connor, ese niño que interpretaba Edward Furlong en la segunda parte y que constituye la única esperanza para que la humanidad no acabe dominada por las máquinas. Schwarzenegger, que repite en el papel de robot bueno, se las ve esta vez con un rival de altura.
Kristanna Sommer Loken nació en Nueva York hace 23 años, aunque su familia es noruega. Es una antigua top model. Comenzó en las pasarelas a los 15 años. Su padre dirige una granja de fruta orgánica y en sus ratos libres escribe guiones de cine. Ella asegura que come todo tipo de alimentos, pero la fruta, sólo si es orgánica. Quizá ése sea su secreto.
Además de la fruta, sus otras dos grandes pasiones son la actuación y la equitación. “Quiero ser actriz desde que tenía 13 años. Lo de modelo fue un trabajo pasajero para abrirme camino. Mis padres me apoyaron: he recibido desde cría clases de voz, interpretación, danza... He hecho tele desde los 15 (ha tenido papeles fijos en series como Aliens in the family o Mortal Kombat: Conquest, y sus créditos cinematográficos se reducen a tres filmes de serie B titulados Gangland –2000-, Panic –2001- y Academy Boyz –2001-. Podía ser peor). No soy una modelo que desea actuar, sino una intérprete que se ha pagado sus estudios con las pasarelas”. Insiste.
“Soy una privilegiada. He crecido en un entorno que ha sacado de mí lo mejor”. Y lo mejor es este Terminator 3, una fotocopia de la segunda parte.
Loken está estupenda, hay que reconocerlo, como la femme fatal más violenta de la historia del cine. Eso sí, hablar, habla poco. Los Terminator son máquinas conocidas por su parquedad oral. “Mis filmes anteriores también eran de ciencia-ficción. Gracias a ellos ya sabía cómo manejar mi cuerpo, dar gravedad a mi voz... Creo que puedo hacer cualquier tipo de papel”. Pero el T-X sólo se puede interpretar con una presencia como la suya.
“Sí, yo empecé a entrenarme para estar a tono, comencé a hacer kickboxing para coger agresividad, mientras iba superando las cribas de selección”. ¿Y los diálogos? ¿Aprendió muchas líneas de guión? “No he contado cuántas palabras digo en el filme, no llega al centenar. Es que los Terminator se interpretan más desde la mente, con la mirada, el gesto y al expresividad corporal. Para una actriz es un reto estupendo: olvídate del diálogo, usa el resto de tus recursos físicos”.
Nos saltamos lo de “es un sueño para mí”, lo de “he visto miles de veces los otros dos Terminator” y llegamos al momento Arnie. A ver qué tal le fue a Loken con don Arnold. Como veterano del rodaje, ¿Schwarzenegger fue un padrazo? “Más bien fue un gran profesional. Muy bromista fuera del plató, muy serio dentro”.
¿Les dio la tabarra al resto con la política? “No, aunque yo sí fui a algunos de sus actos en apoyo de causas benéficas. No me necesitaba allí, obviamente, pero me acerqué a ayudarle. Como orador es muy poderoso”.
La otra gran pasión de Loken es la equitación. Cada año se monta una excursión a caballo. Tras cruzar el norte de Irlanda y Hawai, el pasado verano cabalgó durante diez días y atravesó 500 kilómetros de terreno salvaje en Namibia. “El viaje por África fue alucinante. Rodeados por la naturaleza, te olvidas de las tonterías de la civilización”. Justo al contrario que Terminator. “Es que no me gusta mucho la tecnología”. Al final la máquina se hizo carne y se cambió de bando.