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De perversidad y otras palabras

Yamil Darwich

Dice el Diccionario Océano Uno, de la palabra perversidad: “f. Suma maldad o corrupción de las costumbres o de la calidad o estado debido”. De perversión: “f. Acción de pervertir o pervertirse. Estado de error o corrupción de costumbres. Modificación patológica de las tendencias afectivas y éticas normales, que se traduce en comportamientos extraños, inmorales y antisociales”. Luego, de “Pervertir: tr. Perturbar el orden o estado de las cosas. tr. Prnl. Viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto”.

A fin de que podamos hacer una reflexión y análisis le comparto algunas otras definiciones: “Político: Adjetivo relativo a la doctrina política. Relativo a la actividad política. Adjetivo y s. Versados en las cosas del gobierno y negocios del Estado. Adj. Cortés, educado. Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba un trato más cordial. Hábil para tratar con las gentes o para resolver determinados asuntos que implican trato con la gente. F. Arte, doctrina u opinión del gobierno de los Edos. Actividad de los que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Cortesía. t. mxt., Arte con que se conduce un asunto”. “Politiquear: intr. intervenir o brujulear en política. Tratar de política con superficialidad o ligereza. despect. Hacer política de intrigas y bajeza. Politiqueo”.

También le transcribo lo que dice sobre “democracia: Sistema de gobierno en que la soberanía pertenece al pueblo, que ejerce el poder bien directamente, bien por medio de representantes. Nación gobernada de esa manera”. Y de “Demagogia: f. Actitud política oportunista del que ofrece soluciones utópicas, irreales y engañosas al pueblo. Demagógico”.

He querido compartir con Usted el significado de estas palabras por la grave inquietud que han sembrado los politiqueros mexicanos, en relación a las luchas internas del PRI, con las opiniones expresadas por nuestros Diputados representantes y las declaraciones del ofuscado Presidente de la República, por los acontecimientos sobrepublicitados, ocurridos en la Cámara, referentes al rechazo de la propuesta de la Reforma Fiscal.

En las ocasiones que observamos a los políticos comportarse con politiquerías, acusando sin aportar fundamentos a sus aseveraciones, contraacusando a quienes igualmente cometen perversidades, difamando y hasta amedrentando a los ciudadanos con las supuestas consecuencias de las acciones de las contrapartes; cuando vemos y escuchamos a través de la televisión al Presidente de México “manoteando” y manifestando su frustración con frases contundentes e igualmente amenazadoras para el pueblo, denunciando: “Lamento enormemente que el debate y las diferencias que deberían habernos enriquecido para llegar a un acuerdo maduro y plural, hayan privilegiado conflictos internos e intereses de grupo”; o sabemos por los medios escritos de reuniones que pretendieron ser secretas entre Madrazo y Gordillo, otra con Chuayffet, una más de Fox con el representante del principal partido de la actual oposición al Gobierno Federal y otros muchos chismes y comentarios que van desde la afirmación de que los Diputados, que se deben a la política y a la democracia y no a la politiquería y demagogia, reciben órdenes telefónicamente para votar, o no, conforme a intereses particulares; o cuando oímos de otras que refieren haber recibido presión para apoyar contra sus propios criterios y puntos de vista una propuesta, ni duda que estamos ante perversos. ¿O no le parece a Usted así?

Entre las declaraciones, discusiones, acusaciones y agravios, los ciudadanos comunes y corrientes, aquellos que no contamos con los niveles de información y dominio de las ciencias económicas, quedamos sumidos en el desconcierto, consecuentemente nulificados para poder definir nuestra postura y hasta votar en uno u otro sentido; escrito de otra forma: coartan nuestra libertad y derecho de elegir, al perdernos con una marea de desinformación, obviamente mal intencionada.

La lucha que dimos todos los mexicanos para hacer valer el argumento fundamental de la democracia: ejercer nuestro voto, es anulada y poco o nada respetada por esos politiqueros que buscan obtener beneficios para sus muy particulares intereses, aunque de por medio vaya el daño al bien común y el evidente desinterés por la Nación y eso no es aceptable.

Indudablemente que México debe ser un país que tenga mayores ingresos por recaudación; según Canacintra, ocupamos el lugar número treinta en relación a la captación de ingresos vía impuestos de todo tipo (año 2000); tenemos el lugar 35 como generadores de Impuesto Sobre la Renta, aunque estamos por debajo de Japón que lo reportan con 40.90, también muy por arriba de Irlanda, que es del 16.00.

Un PIB que refleja una pobre competitividad a nivel mundial, al ocupar el lugar número cuarenta y siete, con una relación deficiente entre territorio nacional, producto interno e ingresos per cápita (datos tomados del material de conferencias del Ing. Raúl Picard de Canacintra).

Ni duda cabe de que debemos hacernos más productivos y eficientes, al igual que tenemos que mejorar en otras muchas cosas; pero igualmente, es compromiso encontrar fórmulas para poder romper con los círculos viciosos que generan los que detentan el poder intentando proteger sus intereses y que hacen que la distribución del bien nacional no sea equitativo.

No se trata de castigar a la productividad y depositar el peso en los “clasemedieros”, que históricamente han soportado la carga; tampoco de hacer más insoportable el castigo de la miseria a los que ya de por sí son pobres en extremo (alrededor de cuarenta millones de mexicanos); o sobregravar a los más ricos con tasas impositivas, tan altas, que les desmotiven a la inversión y ser más eficientes en la generación de empleos, por ejemplo.

Debemos encontrar una fórmula que nos haga un país más justo y que verdaderamente atienda la agenda nacional que indudablemente está encabezada por el tema de los pobres.

Habrá que dejar a los que saben que hagan su trabajo y asesoren a los políticos para que éstos actúen en consecuencia, algo que aunque se escribe sencillo es difícil de lograr; dejar de anteponer al mexicanismo a los Foxismos, Gordillismos, López Obradorismos, Madracismos, etc., pero sobre todo, encontrar la manera de romper el círculo de la perversidad y que podamos evolucionar en ese proceso de democratización en base al cambio de actitud, con una fuerte dosis de honestidad. ¿no le parece así? ydarwich@ual.mx

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