Aquel tipo, de nombre Kinko Weirdo, tenía gustos muy raros en cuestión de sexo. Oyó hablar de una casa de mala nota donde trabajaba la daifa más gorda del Hemisferio Occidental. Fue en busca de la mujer. Cuando la vio quedó seducido por la imponente mole de la maturranga, y ardió en deseos de yogar con ella. La giganta yacía con egipciana languidez en un fuerte camastro de metal reforzado con barras de invencible acero. Parecía ballena o cachalote. Sus carnes desbordaban la magnitud del lecho, caían por ambos lados hasta el suelo y subían casi hasta el artesonado. Pagó el tal Kinko a la madama el coste de la crasísima pindonga; cerró la puerta y se dispuso a la refocilación. "-Me gustas por gorda" -dijo a la mujer a modo de prolegómeno amoroso. Y así diciendo la escaló. Cuando llegó a la altura se tendió sobre la ingente mole, con lo cual adquirió semejanza de lagartija en peña. Dio inicio a los meneos consabidos, pero de pronto dijo a la mujer: "-¿Serías tan amable de apagar el foco?". La furcia se molestó al oír aquello. "-¿No dijiste que venías conmigo por lo gorda? ¿Ahora ya no me quieres ver?". "-Sí, -replica Weirdo-, pero el foco del techo me está quemando el illo"... Busquen otros al soldado, yo quiero hallar al Gobernador Ryan. Si pudiera hablar con él lo felicitaría. En medio de la maldad del mundo, entre la violencia del terrorismo y de la guerra, este hombre bueno, George Ryan, gobernador de Illinois, encendió una luz en la oscuridad de lo inhumano y conmutó la sentencia de muerte que pesaba sobre 156 reos -entre ellos tres mexicanos-, cambiándola por pena de prisión perpetua. "No jugaré más con la maquinaria de la vida y de la muerte -dijo. Y añadió: "Éste es el único medio de asegurar que un inocente no será ejecutado". Contrastando con esa grandeza, una grosera demostración local, el boletín de prensa de la Cancillería mexicana en que se dice: "Los casos de estos tres mexicanos que libraron (sic) la pena de muerte se suman a los 51 que han sido excluidos de la misma sentencia en la administración del Presidente Fox". Torpe manera de aprovechar una noble acción humanitaria para un burdo propósito de propaganda politiquera... Un hombre llegó ansioso al consultorio del siquiatra. "-¡Ayúdeme, doctor! -depreca con angustia-. ¡Todas las noches me hago pipí en la cama mientras duermo!". "-¿Y cómo ha estado su mamá?" -pregunta el analista, que pertenecía a la escuela tradicional. "-¡Mi santa madrecita (el tipo era mexicano) nada tiene que ver en esto! -clama el tipo-. ¡Toda la culpa la tiene un maldecido enano! Se me aparece en sueños y me pregunta: '¿Ya hiciste pipí?'. Yo le contesto: 'No'. Y entonces él me dice con sardónica sonrisa: '¡Pues haz!'. Y es entonces cuando me hago pipí en la cama. ¡Ayúdeme doctor!". Declara el analista encendiendo su pipa y acariciándose la barba (ya se dijo que pertenecía a la escuela tradicional): "-Su cura no es difícil. Hoy en la noche, cuando se le aparezca en sueños el enano y le pregunte si ya hizo usted pipí, simplemente contéstele: 'Sí, ya hice'. Con eso se acabará el problema". Pasaron varios días, y una tarde el siquiatra encontró al individuo por la calle. "-¿Dio resultado mi consejo?" -le pregunta. "-No, doctor -responde el individuo con sombrío acento-. Salió peor el remedio que la enfermedad". "-¿Por qué?" -pregunta muy extrañado el analista, que confiaba ciegamente en sus procedimientos. "-Hice lo que usted me dijo -relata el desdichado-. Cuando en mi sueño se apareció el enano y me preguntó: '¿Ya hiciste pipí?', le contesté: 'Sí'. Ya se iba, en efecto, pero luego volvió sobre sus pasos y me preguntó con la misma sardónica sonrisa: '¿Y popó?'... FIN.
