Afrodisio, galán concupiscente que ardía en apetitos de lubricidad, fue a una casa de mala nota. “-Te voy a hacer el amor estilo árabe” -le dijo a la muchacha con insinuante voz de seductor. Ella le preguntó cómo era el amor estilo árabe, pero Afrodisio, con mirada al mismo tiempo lasciva y misteriosa, se negó a responder. Insistió la chica, y Afrodisio, más misterioso cada vez, y con más lúbrica mirada, guardó silencio. Por fin la muchacha le dijo: "-Mira: si me dices cómo es el amor estilo árabe te cobraré sólo la mitad!''. "-¡Así es!'' –exclama Afrodisio en voz de triunfo... Doña Genesia era madre ya de 14 hijos. La visitó una trabajadora social para hacerle ver la necesidad de frenar aquella prolífica abundancia. "-Piense, señora -le dice-, que todos debemos contribuir a evitar la explosión demográfica''. "-Ay, señorita -suspira doña Genesia-. ¿Cómo puedo evitar esa explosión si a mi marido todas las noches se le enciende la mecha?''... El astroso mendigo tendió la abierta mano al solemne señor en solicitud de una moneda. Le dice éste con campanuda voz esgrimiendo un admonitorio dedo índice: "-‘La limosna mal dada humilla al que la recibe y ensoberbece al que la da’. William Shakespeare''. Responde sin vacilar el pordiosero: "-‘Tizne usté a su madre’. Renato Leduc''... ... Babaluquitas, el hijo menor de Babalucas, llegó a la escuela con la bragueta abierta. Aunque sus compañeros le hicieron notar aquel descuido el chiquillo no se subió el zipper. Enterada de eso la maestra le pregunta: "-¿Por qué no quieres cerrarte la bragueta, Babaluquitas?''. Contesta el niño: "-Es que a lo mejor se me ofrece contar hasta once, profesora''... Doña Frigidia, señora de madura edad, les contaba a sus amigas un suceso que le había pasado la noche anterior con su marido. "-Llegó con algunas copas -empieza a relatar-. Se metió en la cama, se me repegó e hizo lo que hacía muchos años no hacía: me puso la mano en una pierna y empezó a acariciarla lentamente. Entonces sentí aquella vieja sensación que siempre me asaltaba en momentos como ése, y que también hacía mucho tiempo no sentía''. "-¿Excitación?'' -pregunta con interés una de las amigas-. "-No, -responde doña Frigidia-. Dolor de cabeza''... Un fantasma amenaza de nueva cuenta a México: la inflación. Los ominosos movimientos del dólar empiezan a reflejarse ya en el ánimo de comerciantes e industriales, y pronto se habrá de concretar en hechos la tentación permanente de elevar los precios. No parece que el gabinete foxista esté en aptitud de hacer frente a una situación complicada, y bien puede suceder que la decantada solidez de nuestra economía comience a mostrar grietas. Obviamente la administración luchará con uñas y garras para evitar que eso suceda: es año electoral, y cualquier quebranto económico se reflejaría en lo político. Sólo que las cuestiones de la economía obedecen a otros criterios que los buenos deseos e intenciones, y con ellas no hay cabildeos ni “concertacesiones”. Si a los yerros políticos se añade la incapacidad para acarar situaciones que afecten el bolsillo de los mexicanos, ya puede el presidente Fox decir adiós a su esperanza de tener un Congreso de absoluta mayoría panista que le ayude a sacar adelante sus propósitos... Llegó don Astasio a su casa y sorprendió a su mujer en compañía de un individuo con el cual se estaba refocilando muy cumplidamente. “-¿Qué es esto Facilisa?” –le pregunta con tono de iracundia. “-Perdóname, Astasio –responde ella-. Es el apetito de la carne”. “-Y lo mío ¿qué es? –rebufa el marido con exaltación-. ¿Verdura?... FIN.
