Torreón Acoso escolar Torreón Agua Saludable Sistema Vial Abastos-Independencia Virgen de Guadalupe

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

Libidiano Pitonier, galán concupiscente, le pidió a una muchacha la dación de su más íntimo tesoro. "-¡Óigame! -exclama ella con ofendida dignidad-. ¡Está usted hablando con una dama!". "-Precisamente -replica Libidiano, cachazudo-. No pensarás que iba a pedirle eso a un caballero"... Don Wormilio era hombre tímido, apocado. A su mujer, doña Holofernes, la mortificaban el encogimiento y pusilanimidad de su consorte. Un día cortó por lo sano. "-Ten este dinero -le dijo entregándole billetes-. Ve a una casa de mala nota y gástatelo todo, a ver si de ese modo te despabilas algo". Salió de su casa don Wormilio. Iba muy acoquinado, pues nada sabía de establecimientos como el que su señora mencionó, ni se le alcanzaba la manera en que emplearía aquella suma: en la vida su esposa le había permitido tener en sus manos tal dinero. Volvió una hora después. "-¿Qué hiciste?" -le pregunta doña Holofernes, extrañada por el pronto regreso de su esposo. Relata don Wormilio: "-Iba por la calle sin saber a dónde dirigirme cuando encontré a la comadre Choncha. Me vio tan caviloso que inquirió la causa de mi preocupación. Yo se la dije. Le conté lo que me habías ordenado y le mostré el dinero que me facilitaste. Ella me dijo: '¿Por qué ha de gastar usted ese dinero con mujeres que ni conoce ni son de su confianza? Faltaba más, compadre, véngase conmigo, que yo le haré lo mismo que cualquiera de esas maturrangas. Le garantizo la misma calidad en el servicio, pero mayor higiene, y desde luego una atención personal más esmerada'. Fuimos, pues, a la casa de la comadre, y ahí sucedieron cosas cuyo sólo enunciado me da pena". "-A un lado la pena -decreta doña Holofernes, terminante-. Lo importante era el propósito, y quedó cumplido. Entrégame el dinero". "-¿El dinero? -se desconcierta don Wormilio-. Todo se lo dí a la comadre; ella me lo pidió". "-¡La desgraciada! -profiere doña Holofernes, iracunda-. ¡Yo nunca le he querido agarrar al compadre ni un centavo!"... Con la Revolución y la Reforma Agraria los campesinos mexicanos no consiguieron sino pasar de un amo a otro. Diga lo que haya dicho la propaganda oficialista, lo cierto es que la hacienda en México era una entidad productiva, y el hacendado -salvas las excepciones de rigor- estaba lejos de ser el malvado explotador que los historiadores a sueldo describieron. El típico dueño de hacienda era más bien benévolo y paternalista. Siquiera fuese por propio interés cuidaba del bienestar de sus trabajadores y de sus familias. Hubo de desaparecer ese sistema feudal, naturalmente, pero no cabe duda de que en el porfiriato la gente del campo no sufría hambre ni necesidad. En un mitin presidencial de don Francisco I. Madero algún provocador le espetó a gritos una pregunta: ¿por qué, si tanto le preocupaba la suerte de los pobres, no repartía entre ellos su dinero a fin de que compraran pan? La respuesta del Apóstol fue al mismo tiempo bella y verdadera: "Los mexicanos -dijo- no tienen hambre de pan; tienen hambre de libertad". Ahora el campesino mexicano debe emigrar para ganar ese pan aun con riesgo de la vida, y su libertad sigue atada a caducas formas oficiales. De la dominación patriarcal del hacendado el hombre del campo pasó a la dominación sin rostro del líder inmoral. Los manipuladores del campesino existen todavía. Nuevos vivales amenazan ahora con presiones para mantener su modo de vida. Enemigos del cambio, son también enemigos de México. Zaherirlos con una trompetilla es alto deber de patriotismo: ¡PTRRRRRRRR!... FIN.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 17556

elsiglo.mx