El señor era un poco sordo, de modo que no escuchó que alguien estaba tocando la puerta. El que tocaba arreció los golpes, y como nadie le abría tocó más fuerte aún, hasta casi derribar la puerta. Entonces sí lo oyó el señor. "-¿Quién es? -pregunta muy enojado-. ¿Qué quiere?". Contesta el que tocaba: "-Vengo a preguntar si está usted empadronado". "-Cómo no voy a estarlo -responde furioso el señor-, con tamaños toquidotes"... Todo indica que Bush hará estallar la guerra. Desoirá las voces de la comunidad internacional y de su propio pueblo, y lanzará a los jóvenes de su país a matar y a exponerse al riesgo de morir. La verdad es lisa y llana: el texano quiere cambiar sangre por petróleo. Hussein es un estorbo para la economía norteamericana, y daña el interés de las grandes corporaciones. Aquí cabe el empleo de una vieja palabra: imperialismo. El interés burdo del dinero se disfraza de patriotismo. Se inventan pretextos. Si los que pudieran ser válidos no sirven se sacan otros con tal de dar cariz de justa a una guerra que será simple agresión a la que seguirán acciones de despojo. George Bush quiere la guerra y la va a hacer. De nada servirá que en todas las principales ciudades norteamericanas la gente exprese su oposición al belicismo por medio de manifestaciones en la calle. Bush será como el sujeto aquel, pugnaz y pendenciero, que buscaba una noche en las cantinas a alguien con quien tomarse a puñetazos. A nadie hallaba, pues era tarde y las tabernas estaban ya vacías. En la última vio a un borrachín privado de sentido por la beodez, dormido de bruces sobre la barra de la cantina. Fue hacia él, trabajosamente se metió por abajo y luego, sacudiéndolo para que se despertara y abriera los ojos, le preguntó en cuclillas con voz de reto, amenazante: "-¿Qué me ves?". Así el presidente norteamericano: busca el conflicto a toda costa. Lo necesita para justificar su presidencia, débil desde su origen y más debilitada aún por los nulos resultados en la búsqueda de venganza por lo del 11 de septiembre. Otra vez los Estados Unidos va a la guerra, como cuando Vietnam, sin causa alguna. ¡Vuelve sobre tus pasos, Bush! Por tu bien te lo digo, y por el bien del mundo. No habré de repetirte esta admonición, pues otros temas me reclaman. Si no recapacitas, en tu salud lo hallarás... La señora, algo nerviosa pero muy halagada, dice a su marido: "-No voltees ni vayas a hacer algún escándalo, Poseidón, pero el elegante caballero que está en aquella mesa no me ha quitado la vista ni un momento". "-Lo conozco -responde el marido sin dejar de comer-. Es un anticuario".... Se fue a confesar el sacristán del templo con el cura. "-Me acuso, padre -dice- de que rodando, rodando, conocí a la mujer del boticario y le hice el amor. Luego, rodando, rodando, conocí a la mujer del zapatero, y también le hice el amor. Después, rodando, rodando, conocí a la esposa del tendero, y le hice el amor también''. Pasaron unos días de aquella confesión. Una tarde el señor cura estaba con una feligresa al pie del campanario. En eso se oyó un estrépito en lo alto. Llega un monaguillo y le dice muy asustado al señor cura: "-¡Padre! ¡El sacristán perdió pisada y viene rodando por la escalera!''. "-¡Vámonos de aquí, hija! -exclama el señor cura presa del pánico-. ¡Rodando, rodando, este caón es capaz de fornicarnos!'' FIN.
