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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

Estoy preparando la publicación de uno de los chistes más rojos y con mayor contenido sicalíptico de cuantos han aparecido en la historia de esta sección desfachatada. El relato se llama "¡Venganza!", altitonante nombre que recuerda los títulos de aquellos folletones que sacaban a luz en el antepasado siglo autores como Feval o Ponson du Terrail. La historia recoge casos de horribles venganzas sanguinosas. Por citar sólo un ejemplo recordemos aquella de Fulberto, tío de Eloísa, hermosa dama del medioevo. Entró en amores la muchacha con Abelardo, joven clérigo. El tal Fulberto, en paroxismo de ira por la seducción de su sobrina, mandó castrar a su galán. Retirados del mundo los enamorados sostuvieron una correspondencia de amor espiritual cuyas páginas figuran entre las más bellas del epistolario amoroso universal. En el cementerio del Pére Lachaise, en París, reposan unidos para siempre los cuerpos de los infelicísimos amantes. De otra venganza supe que la Historia aún no ha recogido. En un pueblo del norte de mi Estado -Coahuila- cierto mariconcito se ponía a vender elotes frente a la tienda de un conocido comerciante. Éste, molesto porque el jotito le tapaba el escaparate con su carro, le exigió que se fuera a otra parte a vender su mercancía. Desoyó el elotero la demanda. Harto de aquel problema, un día el comerciante perdió los estribos y lo agarró a cachetadas. La gente acudió a presenciar el incidente. Cuando el comerciante acabó de impartir la cachetiza y ya se retiraba, el mariconcito se dirigió a la concurrencia con quejumbroso acento: "-¡Todo porque no le he podido dar un hijo!". Pues bien: esas dos historias -la de la castración y la del desprestigio- son cosquilla con pluma al lado del cuento "Venganza". Si doña Tebaida Tridua, guardiana de la moralidad, llega a leerlo seguramente vendrá al suelo sacudida por recios espasmos convulsivos y con las tres potencias del alma suspendidas. ¿Cuándo saldrá ese chiste? Ni yo mismo lo sé. Necesito juntar arrestos para atreverme a publicarlo... Desde hace algunos años -300, opinan unos; 400, afirman otros; desde 1521, aseguran los más- desde hace algunos años, digo, la economía mexicana ha estado prendida con alfileres. Últimamente, sin embargo, nuestra economía mostraba solidez. Tras el famoso error de diciembre, en tiempos del Presidente Zedillo, se dictaron medidas muy plausibles que hicieron que las cosas volvieran a su cauce. Ahora, sin embargo, empezamos a ver anuncios ominosos. El alza en la cotización del dólar es un indicador que hace temblar. Miradme: tengo estremecimientos en el píloro y un calosfrío me baja desde la nunca hasta una región innominable. Con mala suerte ha corrido la administración de Fox; los sacudimientos internacionales se reflejan inexorablemente en nuestra economía. Si a eso se añade el hecho de que el 2003 será año electoral, ya se ve que no hay muchas razones para el optimismo. Yo estoy al amparo de los problemas del mundo: vivo en Saltillo. Me preocupa, sin embargo, la suerte de la otra parte de la República... Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, viajaron a Londres. Ahí visitaron el Museo Británico. Se detuvieron frente a la estatua de un atleta desnudo y bien dotado cuya más atlética parte no estaba cubierta ni siquiera por la consabida hoja de parra. Después de una discusión la señorita Himenia busca en el catálogo del museo el nombre de la estatua: "Milón de Crotona" y luego dice a su amiguita Celiberia: "-¿Lo ves? El Big Ben es un reloj"... FIN.

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