Murió una pulguita. Había sido buena toda su vida, pero no puede haber pulguitas en el Cielo, de modo que San Pedro le preguntó dónde le gustaría pasar la eternidad. "-En el perro de una señora rica" -pidió ella. San Pedro obsequió su petición, y de pronto la pulguita se encontró en el french poodle de una millonaria. Un mes después San Pedro buscó a la pulguita y le preguntó: "-¿Cómo te ha ido?". "-Muy mal -responde ella con tristeza-. La mujer baña a su perro dos o tres veces cada día, lo perfuma con aromas nauseabundos, lo llena de talco fino todo el tiempo. No puedo vivir en paz". Inquiere el portero celestial: "-¿A dónde te gustaría ir, entonces?". Pide la pulguita: "-Quisiera estar en algún hombre". Otra vez San Pedro atendió la solicitud, y puso al insectito en el bigote de un sujeto. Pasaron unas semanas. San Pedro volvió a preguntarle a la pulguita: "-Y ahora ¿cómo te ha ido?". "-Peor que antes -gime la pequeñuela-. ¡Ese bigote hirsuto y desaseado; ese humo de cigarro, apestosísimo; ese constante olor a bebistrajos de cantinas; ese lenguaje estólido y soez! Enhoramala te pedí que me cambiaras de lugar". Suspira San Pedro e inquiere nuevamente: "-¿Dónde quisieras, pues, estar?". "-En el pecho de alguna guapa chica" -demanda la pulguita. San Pedro, hay que decirlo, pensó que ahí era donde a él le gustaría estar, pero igual satisfizo la solicitud. De pronto la pulguita se vio en el pecho de una hermosa muchacha. Pasaron los días -en eso se la pasan: pasando-, y otra vez quiso San Pedro saber cómo la estaba pasando el diminuto insecto. Le dice la pulguita: "-No podía haber soñado felicidad mayor. ¡Aquella tibieza; aquella suavidad; aquel blancor ebúrneo; aquellos efluvios embriagantes!". Suspendió la pulguita su enumeración, pues advirtió -las pulgas son muy penetrantes- que San Pedro empezaba a inquietarse. Continuó luego con tono de infinita pesadumbre: "-Pero no hay dicha duradera. Ya nos lo dijo Dante: 'Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria'. No hay más grande dolor que recordar las horas felices en tiempos de tristeza". "-¿Por qué me dices eso?" -se inquieta el buen San Pedro. Responde la pulguita: "-De pronto me hallé otra vez en el bigote de aquel tipo"... (No le entendí)... Habrá que preguntar hasta qué punto los conflictos de Chiapas han tenido un origen religioso. Iglesias y sectas por igual se han disputado el territorio de las diversas etnias y han sembrado entre ellas semillas de discordia, fanatismo y desunión. Otra vez muertes absurdas deben cargarse a la cuenta de esas insanas pugnas religiosas. Los clérigos de unos y otros bandos deberían revisar sus actuaciones para ver si en ellas ha estado el verdadero espíritu de lo cristiano o si han tendido a favorecer intereses o ideologías que poca o ninguna relación guardan con lo que es en esencia la religiosidad... Aquel tipo tenía en su casa un gran trombón. "-Lo uso como reloj" -explica. "-¿Por qué como reloj?" -se extraña alguien. "-Sí, mira" -dice el tipo. Toma el trombón, abre la ventana y empieza a tocar desafinadamente. A poco se abre otra ventana en el segundo piso del edificio y se oye una voz airada: "-¡Ya párale, caborón! ¡Son las 2 y media de la mañana!"... Un individuo perdió dos ciertas partes de su cuerpo, y el médico le puso ahí dos cebollitas de Cambray para ocupar el sitio. Le preguntó después cómo le había ido con aquel trasplante: "-En general bien -responde el tipo-, pero cuando me excito sexualmente lloro"... En la clase de Zoología la profesora trataba el tema de los mamíferos. "-¿Hay algún pez mamífero?" -pregunta. "-¡Si, maestra! -responde Pepito de inmediato-. ¡El pezón!"... FIN.