Pepito paseaba por la calle en un carrito tirado por su perro. El carrito tenía un letrero que decía: "Patrulla policiaca". El problema es que el carrito iba atado a los éstos del perro. Un policía advierte aquello y en tono paternal le dice al niño: "-Tu patrulla podría ir más aprisa si la amarraras al cuerpo del perro, y no a los éstos". "-Sí -reconoce Pepito-, pero ya no tendría sirena"... El señor toma los tacos que el taquero le entregaba y le dice extendiéndole un billete: "-Gracias, cobra". "-¡De nada, víbora!" -le contesta enojado el taquero. (Era mariconcito)... Pipo Lanarts, crítico de arte, dice que algunas revistas de espectáculos están hechas por gente que casi no sabe escribir, con entrevistas a gente que casi no sabe hablar, para gente que casi no sabe leer. Quizás el juicio sea demasiado severo. A mí me gustan esas revistas, pues recogen todo el sonido y la furia del mundo de la farándula, tan lleno de pasión y colorido. Ahora esas publicaciones hablan de la excelencia del nuevo cine mexicano. Hubo un tiempo en que los estudios cinematográficos de México no tiraban la basura: la convertían en películas. Recordemos aquella mala época de risibles matones y patéticas golfas. Había excepciones, claro. Entre las joyas de mi videoteca está, por ejemplo, "Lagunilla, mi barrio". Cada vez que la veo doy un Óscar a Manolo Fábregas, a Lucha Villa, a Héctor Suárez y a todos los participantes en esa cinta de tan extraordinaria calidad. Pero vino aquella racha de pésimas películas cuyo origen debe relacionarse con la injerencia que el Gobierno tuvo en la producción cinematográfica. Cuando los gobiernos fijan políticas a las cuales deben sujetarse los artistas nacen engendros tan monstruosos como el "realismo socialista" o el pedestre arte del fascismo. El arte es por esencia una expresión de libertad individual. Pueden -y deben- los gobiernos dar su apoyo a los artistas, pero sin atarlos a sus designios o dictados. Lo digo porque estamos viendo el surgimiento de ciertas actitudes de derecha fundamentalista que poco a poco se van filtrando mañosamente en aspectos muy importantes de la vida nacional sin pasar antes por el tamiz de la discusión pública. Ojalá esas actitudes no sean llevadas al terreno de la creación artística, en el cine o en cualquier otra manifestación del arte. El apoyo oficial a los artistas no debe implicar el sometimiento a determinados criterios de política o moral... Una señora hizo poner un anuncio en la sección de avisos personales del periódico. Decía el anuncio: "Solicito compañero sentimental. Ofrezco casa, automóvil del año, ropa de lujo, manutención y gastos. Condiciones: 1-. El hombre que aspire a convertirse en mi pareja debe ser incapaz de ponerme la mano encima. 2-. Debe prometerme que nunca me abandonará. 3-. Debe ser un amante extraordinario". A primera hora de la mañana sonó el timbre. Acudió la señora, y al abrir la puerta se sorprendió al no ver a nadie ahí. Una voz que dijo: "-Buenos días" la hizo volver la vista hacia abajo. Sobre el tapete de la entrada estaba un hombre que no tenía brazos ni piernas. Era pura cabeza y torso, nada más. "-Vengo por lo del anuncio" -dice el sujeto con gran seguridad. La señora, desconcertada, le pregunta: "-¿Reúne usted las condiciones del anuncio?". "-Desde luego -responde el individuo-. Por eso vine. Mire: no puedo ponerle la mano encima por la sencilla razón de que no tengo manos. No puedo abandonarla porque no tengo pies ni piernas para caminar". Inquiere la mujer: "-Y en esas condiciones ¿qué lo hace pensar que puede ser un amante extraordinario?". Replica el tipo: "-Toqué el timbre ¿no?"... FIN.