La noche de bodas fue movida. Quedó extática la joven desposada con el primer deliquio del amor sensual. Pidió un bis; después solicitó un encore; demandó luego otro performance y con ansia no contenida reclamó una nueva actuación extraordinaria. El pobre recién casado tenía ya anublada la visión; seca la boca, extraviado el pensamiento; lasos los miembros; pálido el semblante y los pies fríos. ¡Lacerado! A eso de las 10 de la mañana pidió una tregua tácita. "-Amor mío -dijo con feble voz a su flamante mujercita-. ¿No quieres ir a desayunar?". "-¡Ah, no! -protesta ella-. Aquí dice que el desayuno se sirve entre 7 y 12, y nosotros apenas llevamos 5"... Permítanme mis cuatro lectores ponerme serio. Para ello adopto la "expresión de trascendencia" recomendada por "El tesoro del declamador": el gesto adusto, los labios ligeramente separados, la mirada fija en el infinito. Ya con ese porte paso a decir lo siguiente... El problema del hombre, y por lo tanto del mundo, es su actitud relativista. A tal actitud la llamo "siperismo". Consiste en aceptar principios valiosos, pero poniéndoles algún reparo o excepción. Aceptamos, por ejemplo, la máxima que dice: "Ama a tu prójimo como a ti mismo", mas luego le pegamos un estrambote: "Sí, pero me reservo el derecho de decir quién es mi prójimo y quién no". Condenamos la pena de muerte. "Pero en algunos casos -añadimos- está justificada". Decimos que las guerras de agresión son crímenes de lesa humanidad, irracional violencia apoyada en pretextos de artificio que sirven para disfrazar la rapiña de los países poderosos. Pero si esa guerra sin justificación la hacen los Estados Unidos entonces razonamos la conveniencia de apoyarlos en su ataque, pues de no hacerlo vendrían a nosotros consecuencias indeseables. El muro de oposición a la guerra de Bush está cediendo. Empiezan a oírse ya, aun en Europa, las voces de ese nefasto siperismo que anula en los humanos toda posibilidad de crecimiento espiritual. No es tonta ingenuidad pedir que México se oponga a esta guerra si no se demuestran cabalmente, sin lugar a duda, las intenciones y posibilidades de agresión de Iraq y de su gobernante. Una actitud realista en defensa del mundo, de su supervivencia y de la vida en el planeta, es oponerse a la guerra como forma de dirimir las controversias internacionales. A la palabra "Paz" no debe seguir ese "Sí, pero" que anula todo valor de bien, de justicia y de verdad. Esta guerra de Bush, si se consuma, hará que mueran cientos de miles de iraquíes, los más de ellos pertenecientes a la población civil -mujeres, niños, ancianos, hombres, todos inocentes-, para que los americanos no tengan que preocuparse de apagar el foco de la sala a fin de ahorrar energía. Todo se reduce a cambiar sangre, ajena casi toda, por petróleo. México no puede asumir en esto una actitud de conveniencia, sino de integridad. Más que aspirar a las dádivas de Estados Unidos debemos buscar su respeto, cosa que a fin de cuentas puede rendir mejores dividendos, pues nadie trata bien a un vecino a quien desprecia por ser obsecuente con servilismo. Así como son desdeñables los "yes-man" (por otro nombre "ass-kissers", si me perdonan mi francés), tampoco han de ser dignos de mucha estima los "yes-countries". México no es una república bananera. Por encima de todo pragmatismo, resistiendo la tentación de cambiar la conciencia por un plato de promesas, debemos esgrimir en este asunto principios que más que ser de derecho internacional son de estricta humanidad. (Si algún país necesita más consejos sobre este delicado asunto de la guerra, favor de llamarme por teléfono en días hábiles y horas de oficina. Mi número viene en la guía telefónica de Saltillo... Breve historia de amor en cinco escenas. 1-. "-¡Oh, Libidiano! ¡Aquí no, por favor!". 2-. "-¡Oh, Libidiano! ¡Aquí no!". 3-. "-¡Oh, Libidiano! ¡Aquí!". 4-. "-¡Oh, Libidiano!". 5-. "-¡Oh! FIN.