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De Política y Cosas Peores

Catón

El papá hablaba con su hija sobre temas sociales y políticos. "-Las minorías merecen respeto'' -le decía-. "-¡Qué bueno que pienses eso, papi! -responde alegremente la muchacha-. Leí que de las mujeres solteras que hay el 72 por ciento son vírgenes, y desde anoche yo estoy en la minoría''... Cuenta la ingenua criadita a sus amigas: "-Ese Volupticio es muy tonto. Me invitó al cine y toda la función me estuvo metiendo la mano en el corpiño''. "-¿Y por qué dices que es muy tonto?'' -preguntan con sorpresa las amigas-. "-¡Es que el dinero me lo guardo en la media!'' -responde muy contenta la criadita''... Le pregunta la abuelita a su joven nieta: "-¿Qué tal tu nuevo novio, Dulcilí?". "-Es muy lindo -responde la muchacha con acento ensoñador-. Cuando estamos juntos me baja el sol, la luna y las estrellas". La señora se alarma. "-¿Y nada más eso te baja?" -inquiere preocupada... Los Estados Unidos pretenden poner freno a la entrada de inmigrantes ilegales mexicanos. Eso es como querer tapar las cataratas del Niágara con un tapón de sidra. Al hambre no hay quien lo detenga, y esos paisanos nuestros intentan cruzar "al otro lado" no por juvenil ansia de aventura, según algunos tontos han supuesto, sino por hambre, lisa y llanamente. A lo largo de siete décadas se acumularon los errores y efectos de un nefasto sistema de tenencia de la tierra cuya herencia y legado fueron el hambre y la necesidad. No podrán nunca, pues, nuestros vecinos, detener esa riada de pobres. Hagamos la paráfrasis de la sentencia atribuida a don Porfirio Díaz y digamos nosotros: "¡Pobre Estados Unidos! ¡Tan lejos de Dios y tan cerca de los que nada tienen!". Un cuento cruel ilustra esa proximidad y esa distancia. Un hombre rico vio cierto día que sus vecinos, paupérrima familia, estaban comiendo las hierbas y matorros que crecían en la calle. "-¿Qué hacéis, amigos míos? -les preguntó con paternal solicitud-. ¿Por qué coméis tales yerbajos?". "-No tenemos otra cosa que comer -respondió el padre con voz feble-. Si no comemos esto feneceremos de hambre". "-¡Santo Cielo! -clamó el rico lleno de compasión-. ¡Venid a mi casa, pobre gente! ¡Ahí vuestra hambre quedará saciada!". Fueron los pobres a la mansión del potentado. "-Mirad -les dijo éste mostrándoles su amplísimo jardín-. El pasto ha crecido tanto que ninguna máquina lo puede ya cortar. Vamos, comed hasta saciaros. Me haréis al mismo tiempo un gran servicio". En el trato entre la pobreza de México y la riqueza de Estados Unidos sucede algo parecido a lo que pasa en esta triste historia cuyo solo enunciado me ha estremecido el corazón y otras regiones menos susceptibles de ser nombradas con decoro. Nosotros necesitamos comer, y ellos necesitan quien les corte la hierba del jardín. Si está visto que nada puede contener las oleadas de indocumentados, pónganse entonces en acuerdo esos dos requerimientos, y créense instrumentos que junten a los que quieren trabajar con aquéllos que necesitan que alguien les trabaje. Esta sería una política de ganar-ganar, muy diferente a la que priva ahora, de ser unos perseguidos y otros perseguidores... Delante del galán que la pretendía la ingenua muchacha empezó a arrancar uno a uno los pétalos de una margarita al tiempo que iba diciendo: "-Me quiere; no me quiere, me quiere; no me quiere". Al arrancar el último pétalo exclama ella jubilosamente: "-¡Me quiere!". "-Tiene razón la margarita -dice con salaz tono el galancete-. Ahora pregúntale me quiere qué"... FIN.

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