En tiempos de la Revolución se libró una batalla en las cercanías de Ramos Arizpe, bello lugar de mi natal Coahuila. Ahí uno de los jefes que combatían recibió un tiro de máuser en la panza, fatal herida que a la postre lo llevó a la tumba. Mientras agonizaba sentado en la banqueta y recargado contra la pared el adalid pronunció las siguientes filosóficas palabras: "-¡Esto me pasa por patriota y por pendejo!". Menudo compromiso nos echamos cuando entramos a formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Quién nos mandaba meternos en tal berenjenal? ¿Entramos en él por patriotas o por lo otro? Brilla el nombre de México en el mundo, eso es muy cierto, pero pertenecer a ese organismo en tiempos tan difíciles como los que corren -y muy rápido- nos pone en el trance de tomar arduas decisiones. El más comprometido por ellas es nuestro Presidente. Aquí Fox no puede pasarle el micrófono a Marta: él mismo tendrá que resolver la dirección del voto mexicano en el caso de la guerra de Bush contra Iraq. De todas partes se levantan voces para indicarle a Fox cuál debe ser su voto. Unos exigen voto negativo; otros demandan el favorable al interés norteamericano; otros, en fin, se inclinan por la abstención, aunque se haya dicho que quien camina por medio de la carretera puede ser arrastrado lo mismo por los que van en una dirección que por los que vienen en la otra. Fox, por tanto, se halla en riesgo de correr la ingrata suerte del cohetero, que si truena el cohete le silban, y también si no. Tendrá que votar el Presidente en los términos de lo que más convenga a México y a los mexicanos. Y en ese voto hemos de acompañarlo todos. Puñalada de pícaro sería la de la Oposición si aguarda a ver el rumbo del voto mexicano para después criticar al Presidente sea cual fuere la decisión que tome. Los tres votos -afirmativo, negativo, o de abstención- tienen, como casi todas las cosas de esta vida, pros y contras. Quizá no podremos optar por el mejor, sino por el menos malo. Y éste será el que menor daño nos cause. En ese voto debemos acompañar al Presidente... Dos sujetos, casados ambos, les dijeron a sus respectivas esposas que iban a hacer un viaje de negocios. En realidad tenían un plan para pasarse unos días en Cancún con un par de amiguitas muy godibles. (Favor de pronunciar "godibles'' con ge suave, pues con ge fuerte se oye mal. Esa palabra significa "alegres, placenteras''). Citaron los tarambanas a las chicas en el aeropuerto. Cuando llegaron ellas suscitaron la admiración de los presentes por sus rotundas formas ondulantes. Le dice uno de los tipos a su amigo: "-No somos nada''. Al amigo le extrañó ese raro comentario, pero no dijo nada. Llegaron al hotel de Cancún, elegantísimo. En el lujoso lobby vuelve a decir el tipo: "-No somos nada''. Bien pronto estuvieron los cuatro en la alberca, bebida en mano cada quien. Y dice de nuevo el individuo: "-No somos nada''. Por la noche fueron a cenar. Frente a las muníficas viandas y vinos exquisitos vuelve a decir el tipo: "-No somos nada''. Luego encaminaron sus pasos a una disco. Mientras bailaban con animación repitió otra vez el sujeto: "-No somos nada''. De madrugada regresaron al hotel. Toma por la cintura el tipo a su amiguita para entrar con ella en el cuarto, y antes de dar las buenas noches a su compañero repite otra vez: "-No somos nada''. El otro ya no se pudo contener. "-Oye -le pregunta intrigado-. ¿Por qué cada rato has estado diciendo eso: `-No somos nada'?''. Responde el sujeto con una gran sonrisa: "-No somos nada indejos''... FIN.
