Noche de bodas. La recién casada termina de darse una ducha y sale del baño cubierta con una linda bata. Le dice su flamante maridito: "-Ya estamos casados, Susiflor. No necesitas ocultarte a mis ojos". Ella se despoja de la bata. "-¡Caray! -exclama el muchacho con emoción tomando su cámara fotográfica-. ¡Te voy a tomar una foto!". "-¿Para qué?" -pregunta la desposada, ruborosa. Explica él con vehemencia: "-¡Para que esta visión de inefable belleza me acompañe toda mi vida!". Y así diciendo procede a tomar la fotografía. Enseguida el novio va a ducharse. Sale poco después envuelto en una toalla. Le dice ella a su vez: "-Ya estamos casados, Meñico. No necesitas ocultarte a mis ojos". Él deja caer la toalla. "-¡Caray! -exclama la muchacha tomando la cámara-. ¡Te voy a tomar una foto!". "-¿Para qué?" -pregunta él sonriendo. Contesta la recién casada: "-Para ver si se puede amplificar"... Doña Holofernes y don Poseidón sostenían su enésima reyerta conyugal. Grita furiosa la mujer: "-¡Voy a hacer que esto te pese! ¡Te voy a dejar!". Replica don Poseidón: "-Decídete. Una cosa o la otra"... Les cuenta una señora a sus amigas: "-Mi marido tuvo un cambio de sexo". "-¿De veras?" -se interesan ellas. "-Sí -explica la señora-. Antes era de tres días a la semana, ahora es de un día al mes"... Astatrasio Garrajarra, ebrio reconocido, invitó a sus contlapaches a una comida -les dijo- de siete tiempos. A cada uno le dio un hot-dog y un six-pack... Pregunta el médico: "-¿Cómo siguió la niña que se tragó una moneda de 20 pesos?". Responde la enfermera: "-No ha tenido cambio"... El explorador blanco le ofreció al jefe indio comprarle todas las tierras de su nación a un centavo el acre. Pide el piel roja: "-¿Poder yo hablarle de tú al hombre blanco?". "-¡Claro que sí, jefe! -responde animadamente el hombre-. ¡Con confianza!". Entonces el jefe indio le dice: "-¡Tijo de tuta!"... Viene ahora un cuento tendiente a preparar el ánimo de la República para lo que vendrá... Todos los trabajadores de la fábrica querían tomar un seguro de grupo, menos uno. Por causa del cabezón no se completaba el número necesario para firmar la póliza. En vano fueron las argumentaciones de sus compañeros, del supervisor, de los agentes de la aseguradora: el hombre se mantenía en sus trece. (A propósito: ¿de dónde vendrá esa expresión, "mantenerse en sus trece", que significa persistir obstinadamente en una opinión o práctica? Algunos la hacen provenir del español Pedro Martínez de Luna, uno de los llamados "antipapas". Tomó el nombre de Benedicto Trece, y a pesar de todas las instancias de emperadores, reyes, príncipes y dignatarios de la Iglesia mantuvo su pretensión de ser Papa legítimo aun después de que el Concilio de Pisa lo depuso. Hasta el final de su vida -murió en 1424, a los 96 años de edad- este Benedicto Trece se mantuvo en sus ídem). Pero vuelvo al porfiado sujeto al que nadie podía convencer de tomar aquel seguro. Alguien hizo venir al líder de los trabajadores. Éste se llevó aparte al obstinado tipo y habló con él por breve espacio. De regreso el hombre firmó sin vacilar la póliza. Sus compañeros le preguntaron la causa de aquel cambio. Respondió él: "-Es que nadie me había explicado lo del seguro con tanta claridad". "-¿Qué te dijo el líder?" -inquirieron los otros. Contesta el individuo: "-Me dijo: 'Mira, jijo de la tiznada. Si no firmas la póliza te voy a partir toda tu madre'"... Pues bien: quizá México dé su voto favorable a la guerra de Bush. En tal caso recordar ese cuentecito nos servirá, si no de consuelo, al menos sí de explicación... FIN.