Susiflor iba a una fiesta. Su madre le dice al despedirla: "-Pórtate bien y diviértete". Replica Susiflor: "-Decídete, mamá: una cosa o la otra. No se pueden las dos al mismo tiempo". Igual recomendación -Decídete- hemos de hacer al Presidente Fox. En su programa de radio dijo que México votará sobre el asunto de la guerra "conforme a sus principios e intereses". Por desgracia es imposible conciliar ambos extremos. Hay una gran distancia entre la idealidad de los principios y el rudo pragmatismo de los intereses. Aquí son aplicables los dichos de pueblo según los cuales no se puede mamar y dar topes, repicar y andar en la procesión, chiflar y tragar pinole. Si alguno frunce el ceño y otras partes al leer estos plebeyos dicharachos, séame permitido entonces ponerme culterano. En uno de sus más lúcidos textos Max Weber, aquel sociólogo que todo mundo citaba sin haber leído, dijo un año antes de su muerte que todas las acciones humanas, y muy concretamente las políticas, obedecen a uno de estos dos impulsos: el de la convicción y el de la responsabilidad. O actuamos según nuestros ideales y principios, independien-temente de las consecuencias que tal acción pueda provocar, o actuamos con sentido de responsabilidad, tomando en cuenta nuestro interés y el de aquellos que dependen de nosotros, y sopesamos entonces las consecuencias de nuestra acción, aunque eso traiga consigo el sacrificio de ideales y principios y nos ponga en trance de afrontar los reproches de nuestra conciencia. En esa difícil coyuntura -la de escoger entre actuar por convicción o actuar con responsabilidad- se encuentra en estos momentos el Presidente Fox. No quisiera yo estar en sus botas. Ha crecido la oposición mundial a la guerra de Bush. Será difícil recordar otro momento reciente en que se haya mostrado con tanta claridad el repudio de "la humanidad" a la acción bélica promovida por un poderoso de la Tierra. En su propio país afronta Bush ese rechazo. Si se empecina en su ataque unilateral corre el riesgo de ser llamado genocida. Se le acusaría de embarcar a su nación en un conflicto tan irracional y tan costoso como la guerra de Vietnam. No puede Fox dar la espalda a ese clamor universal y sumar su voto al de los actuales aliados del texano, aliados que en vista de las presiones de sus pueblos empiezan -especialmente Blair- a recular. Pero tampoco puede nuestro Presidente desestimar las voces de advertencia que apuntan hacia las represalias que un hombre como Bush, estólido y pugnaz, podría tomar contra México -y contra los paisanos que viven en Estados Unidos- si el voto mexicano le es adverso. Están planteados, pues, los términos opuestos del problema: convicción o responsabilidad, como dijo Weber. Principios o intereses. Pero no principios e intereses al mismo tiempo, según la manifestación de Fox. Ni siquiera un voto de abstención podría conciliar esos dos lejanísimos extremos. Por eso escogió Fox el peor momento para hacerse operar de la columna. Dio la impresión de querer dejar en otras manos la atención de este complicadísimo problema. Eso lo debilitó urbi et orbi como líder. Pero todavía es tiempo de que tome en sus manos la cuestión y la defina con entereza de verdadero dirigente. Todos sabemos que el problema es arduo. Tanto el voto a favor como el contrario pueden justificarse y defenderse con razones válidas. Ahí están, pues, esas dos sopas: voto de convicción o voto de responsabilidad. Escoja Fox cualquiera, pues pretender los dos es imposible... FIN.