Merece aplauso el presidente Fox por la manera en que afrontó al final el caso del voto mexicano en el conflicto de Estados Unidos con Iraq. La posición expresada por el mandatario mexicano fue clara y no dejó ningún lugar a dudas: México quiere tener una buena relación con su vecino, y coincide con él en asuntos como el del terrorismo, pero no aprueba su conducta unilateral en esta guerra. Todo indica que Bush irá adelante en sus propósitos. Ni siquiera se detendrá a explicar al mundo las causas de su acción. En las antiguas fábulas el león justificaba sus abusos diciendo que los cometía por una simple razón: Quia nominor Leo. Porque me llamo León. De igual manera el prepotente norteamericano da la espalda a la legalidad internacional y a la opinión del mundo y se lanza a actuar una vez más como gendarme universal, y a imponer sus condiciones. En ese contexto de pura fuerza, de violencia irracional, el voto mexicano es una acción de gran contenido ético que enaltece al presidente Fox y honra a nuestro país. Si de ese voto, emitido conforme al interés humanitario y a los principios del derecho internacional, derivan adversas consecuencias para México, habremos de estar unidos en el apoyo a nuestro Presidente... Llegó a México una familia de emigrados de Europa. La tal familia se apellidaba Kavrón. Y no pido perdón al escribir su apelativo, pues ése era. El hijo mayor fue inscrito en sexto año de Primaria. Al principio su nombre era motivo de risas y burletas: los otros niños hallaban ocasión de regocijo en mencionarlo: "-¡Oye, Kavrón!'' por aquí, "-¡Quiubo, Kavrón!'' por allá. A poco, sin embargo, el apellido del chamaco dejó de ser una novedad, y todos se acostumbraron a llamarlo con naturalidad. Cierto día llegó el inspector de Primarias a poner un examen oral. Ansiosamente el niño Kavrón levantaba la mano para contestar todas las preguntas, pues era alumno aventajado. Tras de que respondió algunas, la maestra, a fin de que los otros niños tuvieran oportunidad de participación, empezó a decirle: "-Espérate, Kavrón''; "-Tú ya contestaste, Kavrón''; "-Baja la mano, Kavrón''. El inspector se extrañaba, mas no decía nada. Volvía a preguntar, y el niño Kavrón volvía a levantar la mano. Y otra vez la maestra: "-Estate quieto, Kavrón''; "-Tú no contestes, Kavrón''; "-Cruza los brazos, Kavrón''. Por fin el inspector se enoja. Con tono airado le dice a la maestra: "-¡Bueno, déjalo que hable, jija de la tiznada!''... Doña Frigidia, señora de madura edad, les contaba a sus amigas un suceso que le había pasado la noche anterior con su marido. "-Llegó con algunas copas -empieza a relatar-. Se metió en la cama, se me repegó e hizo lo que hacía muchos años no hacía: me puso la mano en una pierna y empezó a acariciarla lentamente. Entonces sentí aquella vieja sensación que siempre me asaltaba en momentos como ese, y que también hacía mucho tiempo no sentía''. "-¿Excitación?'' -pregunta con interés ansioso una de las amigas-. "-No, -responde doña Frigidia-. Dolor de cabeza''... La lección trataba de los tiempos del verbo. Les pide a los niños la maestra: "-Díganme en qué tiempo está el verbo en la siguiente frase: '-Esto no debió haber sucedido'". Responde sin vacilar Pepito: "-¡En preservativo imperfecto, maestra!"... Eglogio, muchacho campesino, iba a casar con Cerelia, zagala del lugar. La llevó al apartado lugar donde vivía solo y le mostró la cabaña que estaba haciendo para ella. "-Está muy bonita -dice la muchacha-. Pero ¿dónde está la puerta?''. "-¿Puerta? -se asombra él-. ¿Vas a querer ir a algún lado?''... FIN.