Se inicia esta columneja con un chascarrillo burocrático al que seguirá una moraleja más burocrática aún... Don Algón, jefe de una oficina de gobierno vio a uno de sus colaboradores muy afanado haciendo cuentas en la calculadora y escribiendo. “-¿Qué haces, Horterano?” -le pregunta-. Responde el otro: “-Preparo un estudio a fin de ahorrar gastos en esta dependencia, don Algón”. “-¿Ahorrar gastos? -se sorprende el jefe-. ¡Idiota! ¡Estamos en el gobierno, no en la vida real!”... Ese es el chascarrillo. Ahora he aquí la moraleja: “Si el Gobierno en su actuación / aplicara esta experiencia, / evitaría, por decencia, / parecerse a don Algón”. El problema, sin embargo, es que el gobierno se parece mucho a ese señor. Muchos funcionarios, en efecto, tienen la equivocada idea de que ser parte del Gobierno los hace ser distintos del común de los mortales. Sienten que el dinero que gastan participa de la misma naturaleza del maná, es decir, que cae del cielo; disponen de él a su capricho y raras veces someten sus gastos a criterios de buena administración. En el caso de México el pueblo está sujeto a muchas carencias. ¿Comparte el Gobierno esas penalidades? No ha simplificado su estructura: varias secretarías de Estado podrían desaparecer sin que se alterara el curso de los astros por la insondable vastedad del Universo (eso lo garantiza el columnista). El régimen de burocracia del Estado sigue siendo exactamente el mismo que era antes de El Gran Cambio. ¿Llegará el día en que los políticos se percaten de que el Gobierno forma parte también de la vida real?... La madura maestra soltera se vio envuelta en un tórrido romance con uno de sus jóvenes alumnos. “-Caray, Escolapio -dice al muchacho al terminar el apasionado trance de voluptuoso amor-. Estoy sumamente avergonzada por esto que ha pasado. Mi vergüenza es tan grande que faltaré mañana a mi clase: no puedo hacer frente al grupo después de haber incurrido varias veces contigo en esta gran culpa de reprobable amor”. “-¿Varias veces? -se sorprende el muchacho-. Fue solamente una, señorita Filipaida”. “-Sí, jovencito -responde la maestra poniéndose muy seria-. Pero tiene usted que repetir la tarea hasta que le salga bien”... El sultán que tenía en su harén 300 esposas explicaba cómo escogía a aquella con la que pasaría la noche: “-Las pongo a todas en fila y a cada una de ellas la voy tocando con la punta del dedo índice humedecido en la lengua. La que al tocarla hace ¡tzzzzzzz!, esa es la escogida... Se casó un joven experto en computadoras. En la luna de miel no pasó nada: el muchacho nunca pudo hallar el enter... Según encuesta realizada en cierto país, el 80 por ciento de los políticos fueron alimentados con biberón cuando bebés. Ni sus propias mamás confiaban en ellos... Lo primero que hace Himenia Camafría, madura señorita soltera, cuando llega a un hotel, es tomar el letrero que dice: “Por favor, no molestar”, y borrarle el “no”... Quebró una casa de mala nota, y fueron rematadas todas las pertenencias del establecimiento: las camas, la radiola, los muebles de la sala, todo. Salió a remate también un perico que había pertenecido a las muchachas. El subastador lo presenta en su jaula, y dice a los presentes: “-¿Cuánto ofrecen por este precioso loro?”. “-¡Cien pesos!” -grita uno. “-¡Doscientos!” -interviene otro. “-¡Trescientos!” -tercia uno más. Dice el cotorro: “-Que sean 500, guapo, y te doy servicio completo”... La maestra les iba a poner adivinanzas a los niños. “-Tú no contestes, Pepito -le advierte al precoz chiquillo-. Siempre te adelantas y no dejas que los demás niños participen”. Luego propone la primera adivinanza: “-‘Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón’”. “-¡El aguacate!” -responde Pepito. “-Te dije que no contestes tú -se enoja la maestra-. A ver, esta otra: ‘Lana sube, lana baja’”. “-¡La navaja!” -prorrumpe Pepito. La maestra se enoja y le dice con irritación: “-¡Se me sale y no regresa!”. “-¡El -edo!” -grita triunfalmente Pepito-... FIN.
