Los inspectores de salubridad preguntan al criador de cerdos. "-¿Qué les da de comer a los marranos?". "-Uh, -dice el dueño de los animales-, puras sobras, desperdicios de restoranes, tortillas duras, de todo". "-Está usted atentando contra la salud pública al alimentar a sus cerdos de ese modo -dicen los inspectores-, y además viola los derechos porcinos de esos pobres animales al darles de comer así. Pagará una multa de 500 pesos". Al mes siguiente llegan otra vez los inspectores. "-¿Qué les da de comer a los marranos?". El criador, escarmentado por la anterior visita, les responde: "-Les doy caviar, salmón ahumado, pavo relleno, lo mejor". "-¡Qué barbaridad! -prorrumpen escandalizados los inspectores-. Mientras millones de niños en el mundo sufren hambre usted da de comer caviar a sus marranos. Pagará una multa de mil pesos". Al mes vuelven a llegar los inspectores. "-¿Qué les da de comer a sus marranos?". "-Miren -contesta el individuo-. Cada día le doy 50 pesos a cada marrano y que se compre lo que quiera"... "-Perdone -dice el señor al encargado de la biblioteca-, busco el libro 'El Matrimonio Perfecto', y no lo puedo hallar". "-¿Buscó usted en literatura de ficción?" -inquiere el bibliotecario... El señor va con su jefe, don Algón, y le dice: "-Necesito el día de mañana. Mi esposa quiere cambiar de sitio todos los muebles de la casa, y además quiere limpiar el garaje, sacudir las alfombras, cortar el pasto del jardín y lavar todas las ventanas. Por eso me pidió que no venga mañana a trabajar, para hacer todo eso". Responde don Algón: "-No le puedo dar el día libre. Aquí también tenemos mucho trabajo". Y exclama conmovido el señor tomándole las manos: "-¡Gracias, jefe! ¡Ya sabía yo que podía confiar en usted!"... Dos viejitos platicaban en su banca de la plaza. "-¿Qué le parecen estos tiempos, mi señor don Sebastián? -pregunta uno de los viejecitos al otro-. Esto de la píldora, esto de la liberación femenina, esto de las muchachas viviendo solas. ¿Qué le parece todo eso? No cabe duda: llegó la Revolución Sexual". "-No me parece mal -responde don Sebastián-. Lo único que siento es que la Revolución Sexual haya llegado cuando a mí ya se me acabó el parque"... A una elegante señora le preguntaban a dónde quería irse, si al Cielo o al Infierno. Y responde ella: "-El Cielo debe ser agradable, por su clima, pero estoy segura de que en el Infierno encontrarás una mejor sociedad"... El señor aquel entra al consultorio del siquiatra vestido de Napoleón Bonaparte, con la mano en el pecho y todo. "-¿Quiere usted consulta? -le pregunta el siquiatra-. "-No señor -responde el tipo-. Yo estoy perfectamente bien. La que me preocupa es mi esposa Josefina. Insiste en que es la señora Pérez"... El marido necesitaba dictar una carta en su casa, y le pide a su esposa, que trabajaba como secretaria, que le hiciera favor de hacerle la carta. "-¡Ah, no! -responde ella-. ¿No crees que yo tengo bastante de eso en la oficina?". El marido se resigna y se va a la sala, se prepara un jaibol y se pone a ver la tele. Entonces la señora piensa que ha cometido un error y va con él y se le sienta en el regazo, le acaricia el cabello, le da besitos en el cuello y lo llena de incitantes caricias. Entonces él le dice: "-Oye, ¿no crees que ya tengo bastante de eso en la oficina?"... FIN.
