Una guapa señora vio que un tipo le dirigía miradas amorosas y sugestivas sonrisas, y con una discreta seña lo invitó a seguirla. El tipo, todo entusiasmado, fue tras ella. Llega la señora a su casa y le hace otra seña al individuo para que entre. El tipo, anhelante, se apresura a entrar. "-Ve a la recámara -le dice en voz bajita-, quítate la ropa y espérame ahí un momentito". El tipo hace como le dijo la señora. Estaba ahí, esperando lleno de ansiedad, cuando la puerta se abre y entra la mujer llevando de la mano a un niñito. "-Mira -le dice a su hijo-. Si no comes bien vas a quedar como este señor, todo flaco y desnutrido"... Los norteamericanos se llaman adalides universales de la democracia y de la libertad, pero tanto en una cosa como en otra han sido y siguen siendo candil de su casa y oscuridad de la calle. Quiero decir que cuantas veces vieron peligrar sus intereses aplastaron los intentos democráticos de muchos países, entre ellos algunos de América Latina. En ocasiones lo hicieron con la misma violencia que usaron los soviéticos cuando cortaron de raíz la Primavera de Praga, pero las más de las veces se han valido de manejos ocultos que los historiadores de esa oscura agencia, la CIA, se han encargado de documentar. Los Estados Unidos encuentran difícil tener tratos con líderes de pueblos libres, y han escogido entonces tratar con marionetas, con gobiernos peleles que responden a la voz de su amo, el poderoso yanqui. Ahora parece renacer y cobrar bríos el viejo impulso imperialista que tantos enemigos acarreó a la nación norteamericana. La guerra contra Iraq se antoja parte de un designio que no terminará en Bagdad. Tendré que llamarle severamente la atención a Bush a fin de que no siga adelante con sus nefastos planes... Un señor y una señora casados entre sí perdieron la vida en un accidente lamentable y llegaron juntos a las puertas del Cielo. Los recibió San Pedro. "-¿Engañaste a tu mujer alguna vez?" -interroga al marido. "-Una sola" -contesta él. "-Muy bien -dice San Pedro-. Tendrás que dar una vuelta a la muralla que rodea el Cielo. Después podrás entrar". "-Y tú -pregunta enseguida a la señora-, ¿cuántas veces engañaste a tu marido?". La señora se pone a pensar y luego dice a San Pedro: "-¿Me podría prestar una bicicleta?"... Terminó al fin la prolongada farra que aquellos dos amigos se corrieron. "-Siempre me da miedo llegar a mi casa -confiesa uno-. Apago el motor del coche una cuadra antes, abro la puerta sin hacer ruido, me quito los zapatos y subo de puntillas. Pero, haga lo que haga, mi mujer se despierta siempre y me hace una escena". "-Haz lo que yo -aconseja el otro-. Llego sonando el claxon del coche, doy un portazo, subo silbando y dando gritos, y cuando entro en la recámara le doy una palmada en el trasero a mi señora y le digo: '-¿Entonces qué, vieja? ¿Hacemos el amor?'. Y ella siempre se hace la dormida"... La guapa enfermera va por el corredor del hospital. La encuentra un médico, y lo que ve lo deja estupefacto: la atractiva chica llevaba una mitad del busto fuera del uniforme. "-Perdone, enfermera -le dice-. No sé si se ha dado cuenta de que va exponiendo a la vista una parte de sus encantos". "-¡Ay! -exclama la chica cubriéndose apresuradamente-. ¡Esos internos, que nunca dejan en su lugar lo que usan!"... FIN.