El comprador callejero llega con su carrito a una casa. "-¿Tiene botellas de cerveza que venda?" -pregunta a la señora-. Y ésta, muy mal encarada, le responde con gesto hosco: "-¿Tengo cara de beber cerveza?" "-Muy bien -dice el del carrito-. ¿Entonces tiene botellas de vinagre que venda?"... La elegante señora sube al atestado autobús urbano y se disgusta porque nadie se levanta a darle el asiento. "-¡Qué falta de cortesía! -dice en voz alta para que todos la escuchen-. ¡Ya no hay caballeros! Una dama tiene que ir de pie porque nadie tiene educación". Un viejito se levanta. "-No señor -dice terminante la señora-. Usted también debe ir sentado". "-Permítame" -dice el viejito-. "-De ninguna manera, siéntese". "-Por favor". "-Nada -repite enérgica la señora-. Ya le dije que siga sentado". Y entonces grita el viejito: "-¿Por favor, quítenme de encima a esta vieja loca! ¡No me deja bajar y ya me pasé como ocho cuadras!".... Las atrocidades cometidas en Iraq por los ejércitos de Estados Unidos e Inglaterra sólo tienen antecedente en los terribles crímenes en que incurrieron los norteamericanos en Vietnam. Ningún esfuerzo de propaganda puede velar las muertes de civiles, hombres, mujeres, ancianos, niños inocentes; ninguna censura puede evitar que lleguen las noticias y las imágenes de esa guerra cuya injusticia y crueldad han provocado la indignación del mundo libre. A ese mundo no pertenece hoy por hoy la nación de George Washington y Lincoln. Los Estados Unidos viven ahora una etapa de neomacartismo en la que es peligroso oponerse a la patriotería reinante, en que decir la verdad se considera gran traición y en que se llega al risible extremo de cambiarle el nombre a unas papas en nombre de la libertad. Obtendrá la victoria Bush, todo lo indica. Pero jamás podrá quitarse ya el nombre de asesino. Si en el futuro pudiese haber un tribunal como el de Nuremberg tendría Bush que estar en el banquillo de los acusados y ser juzgado como criminal de guerra. Hombre mediocre, llegar a la Presidencia de su país le sirvió sólo para poner su nombre en la crónica de la estupidez y la barbarie humanas... Doña Jodoncia estaba muy enojada con su marido. No te acordaste de mi cumpleaños, Martiriano" -le dice con severidad. "-Pero, Jodoncia –trata de justificarse él-. ¿Cómo quieres que recuerde eso, si cada año que pasa estás igual?”... En el lecho nupcial pide el recién casado a su tímida, pudorosa, flamante mujercita: "-Flordelisia: levántate un poco el negligé". Ella, callada, con la barbilla en el pecho y cruzada de brazos, no hace ningún movimiento en tal sentido. "-Flordelisia -vuelve a suplicar el novio-, levántate el negligé". Nuevo silencio, nueva inmovilidad de parte de ella. Y él, ya algo enojado: "-¡Que te levantes el negligé, Flordelisia!". Nada. "-¡Levántate el negligé, Flordelisia, o me voy!". Nada otra vez. Furioso, bufando de coraje, el muchacho se levanta, se viste con rapidez y sale de la habitación. Al rato vuelve. "-Abreme, Flordelisia". La chica no le abre. "-¡Flordelisia, te digo que me abras!". La puerta sigue cerrada. "-¡Flordelisia!" -estalla el muchacho-. ¡Abreme o tumbo la puerta!". "-¡Mírenlo! -se oye la burlona voz de la noviecita-. ¡No puede levantar un negligé y va a tumbar una puerta!"... Una linda muchacha fue con el joven y apuesto siquiatra. "-Doctor -le dice-, sufro un estado continuo de ansiedad, angustia y depresión. Siempre estoy nerviosa; no puedo dormir bien, me irrito fácilmente. ¿Qué me aconseja?". Le ordena el analista: "-Desvístase, tiéndase en el diván y deletree lentamente la palabra CAMA". La chica hace lo que el doctor le ordena: se despoja de su ropa, se acuesta en el diván y empieza a deletrear con lentitud la palabra CAMA: "-C.. (Luego, con súbita sorpresa): ¡AH!.. (Enseguida, con inefable gozo y gran deleite): MMMMMMMM... (Y finalmente con un suspiro de satisfacción): AAAAAAAAH". ¡Estaba curada!... FIN.
