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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

El señor despertó aquella mañana con una resaca o cruda espantosísima. La noche anterior se había corrido una fenomenal parranda, y bebió tanto que se embriagó de modo que ni siquiera recordaba cómo había regresado a su casa. Presa de una jaqueca lacerante, dolidos todos los músculos del cuerpo, reseca la garganta y en la boca un sabor a cobre y a vinagre, tenía miedo aún de abrir los ojos, pues lo aguardaba de seguro la cólera de su mujer. La señora se ponía hecha un basilisco cuando su esposo llegaba en tal estado, y así, salir de la cama era para él como salir de la celda para ir a la sala de ejecución. Abrió los ojos como pudo, y lo que vio lo dejó maravillado. Sobre el buró estaba una pequeña tina llena de cubitos de hielo con dos cervezas perfectamente heladas. Al lado había un par de Alka-Seltzers y un vaso de agua. Recargado en el vaso estaba un sobrecito color de rosa, perfumado. Abrió el sobre el alelado tipo y en su interior halló un recado que decía: "Amor mío, vida de mi vida: Perdona que no esté aquí para atenderte. Salí un momento, pero regreso al rato para estar contigo. Te he dejado estas cosas sobre el buró para que alivies el malestar que quizá sientas tras de la diversión de anoche, diversión que -lo comprendo- necesitas por las tensiones del trabajo. He preparado tu almuerzo favorito, que te aguarda en el comedor. Le pedí a nuestro hijo que te lo sirva y que esté pendiente de ti para lo que se ofrezca. Te dejo un beso, y con él todo mi amor. Tu esposa que te adora". El hombre no daba crédito a sus ojos. Bebió con delectación las dos cervezas, hizo sus abluciones matutinas, se vistió y bajó al comedor. Ahí, en efecto lo esperaba su hijo, que lo saludó con cariño y le sirvió el almuerzo preparado por su madre. Lo comió en silencio el asombrado tipo. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Soñaba acaso? ¿Era aquello una vana ilusión de los sentidos? Se atrevió a preguntar con timidez: "-¿Qué pasó anoche, hijo?". Relata el muchacho: "-Llegaste a las 3 de la mañana. Venías en completa estado de ebriedad. Chocaste el auto en la puerta de la cochera; le diste una patada al gato; te pusiste enfermo en la sala y arruinaste la alfombra que mi mamá acababa de comprar. Luego te caíste en la escalera y ahí quedaste privado de sentido. Tuvo que despertarme mi mamá para que la ayudara a llevarte a la recámara y ponerte en tu cama". "-Entonces -pregunta el señor, aturrullado- ¿por qué todo esto? ¿Por qué las cervecitas, y el amoroso recadito, y el almuerzo, y todas estas finas atenciones?". Responde el muchacho: "-Porque mamá te iba a desvestir en la cama, y cuando empezó a bajarte los pantalones tú dijiste: '-¡No! ¡Por favor, señorita, no haga eso! ¡Soy casado!"... (Acerca del anterior cuentecito me pregunto si esas palabras las dijo el esposo movido por un auténtico sentimiento de fidelidad o si el instinto de conservación le dictó la salvadora frase. Dejo esa vaguedad difuminada en el relato. La tienen al final algunas narraciones escritas por autores de fama. Que cada uno de mis cuatro lectores llegue a su propia conclusión)... Todo indica que está cercano el fin de la guerra contra Iraq. Los partidarios de Hussein no podrán oponer ya más resistencia que la del terrorismo y la guerrilla. Vendrá luego el reparto del botín. Después, ya en casa, Bush y sus halcones harán un recuento de conductas. Premiarán a quienes apoyaron su embestida y aplicarán sanciones a quienes por no haber estado con ellos estuvieron contra ellos. Entre estos últimos se cuenta México. De Bush debemos esperar lo peor... FIN.

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