Los Estados Unidos podrán ganar la guerra con Iraq, y apoderarse de su petróleo, pero petróleo y guerra serán lo único que habrán ganado. A cambio perderán para siempre la tranquilidad: ningún norteamericano podrá estar seguro ya; a donde vayan, los conciudadanos de Bush afrontarán el odio y el rencor de los agraviados por este ataque genocida. ¡Cuántas cosas ha perdido la nación de Washington y Lincoln! Jamás los estadounidenses se habían concitado un repudio tal como el que se abate ahora sobre ellos. El rechazo a la guerra es general, y si en su propio territorio las encuestas favorecen a Bush es porque la información se está manipulando de tal modo que los norteamericanos no conocen la verdad acerca de lo que sucede en el campo del conflicto. Tremenda paradoja: el país más avanzado del mundo en tecnología de comunicación es hoy por hoy el que tiene los ciudadanos más mal informados. La cadena CNN ha perdido toda credibilidad; su prestigio ha naufragado en la falta de objetividad y en la censura. Todo aquello de que suelen alardear los norteamericanos, las conquistas de la libertad y de la democracia, se está perdiendo con motivo de esta guerra de la cual algún día –como ahora de Vietnam- habrán de avergonzarse. Bush, esa lacra del género humano, podrá obtener la victoria en esta embestida, pero la Historia le dará el sitio que le corresponde al lado de otros criminales de guerra... El padrecito está confesando a una muchacha; "Me acuso, padre -dice ella-, de que me encantan los hombres''. Y sigue la relación de sus culpas. El padrecito se queda dormido –consecuencia también del cambio de horario-, por lo que la muchacha se retira. En eso llega un joven de movimientos delicados y se hinca también para confesarse. Con el ruido se despierta el padrecito y creyendo que la muchacha seguía ahí, dice: "-Así que te encantan los hombres, ¿eh?''. "-¡Brujo, brujo!'' -exclama sorprendido el recién llegado... El señor que hace tatuajes acaba de dibujar uno en el pecho del hombrote. Le puso un corazón atravesado por una flecha y abajo la inscripción "AMO A LUIS'' Y le dice: "La A que falta se la pongo tan pronto me pague''... En el Museo de Armas el guía mexicano se esforzaba en explicar las cosas al americano que no hablaba ni jota de español. Llegan a una sala donde se halla una ametralladora, y pregunta el americano: "-Oh, is this the machine gun?''. "-No, -responde el mexicano-. El más chin... es el cañoncito aquél. Chiquito, chiquito, pero buenos pelotazos que avienta''... Y para terminar, el caso del muchacho, hijo del médico, que terminó sus estudios de medicina. El papá, que era un doctor a la antigüita que todavía hacía visitas domiciliarias, invitó a su hijo a acompañarlo en su recorrido, pues quería ver qué tal era el muchacho como médico. El primer paciente que visitaron era un señor. "-Oiga, -le dice el muchacho tan pronto entran a la habitación del enfermo-. Usted tendrá problemas si sigue fumando como lo hace''. Al salir pregunta el papá al muchacho: "-¿Cómo supiste eso?''. "-Muy sencillo -dice él-. El cenicero estaba lleno y había tres cajetillas vacías en el suelo''. Llegan después a ver a una señora. "-Oiga, -le dice el muchacho-. Si sigue usted tomando leche un día de éstos va a tener un problema gravísimo''. La señora se ruboriza, inclina la cabeza y dice: "-Tiene usted mucha razón, doctor''. Asombrado por la percepción de su hijo pregunta el médico cuando salen: "-¿Y eso cómo lo supiste?''. "-Muy sencillo -responde el muchacho-. Vi los pies del lechero saliendo de abajo de la cama''... FIN.