Florilí, muchacha cándida, aceptó hacer ofrenda de su doncellez a su novio Fornicio. Pensó que con eso él se decidiría a aceptar los lazos de Himeneo, es decir a desposarla con los sagrados vínculos del matrimonio. Así pues, agotados los deliquios del pasional trance de amor, le insinúa Florilí a su novio con mucha timidez: "-Fornicio: la ilusión más grande de mi vida es tener un marido''. "-Está bien -concede el vil sujeto-. Pero me gustaría seguirte viendo aunque sea de vez en cuando''... Estaba en su trabajo aquel señor. A eso de las 11 de la mañana se sintió indispuesto, de modo que se fue a su casa. Cuando llegó al domicilio conyugal encontró a su esposa en incandescente y lúbrico abrazo de voluptuoso libídine con un desconocido. "-¡Eres una infame, Colchorina! -grita el pobre sujeto hecho una furia-. ¡Y a plena luz del día!''. "-Pero, Cornicio -se defiende ella-. Tú sabes bien que las desveladas me hacen daño''... Jactancio Presumídez, hombre muy vanidoso y pagado de sí mismo, hacía un viaje en tren. Su compañero de asiento le dice: "-Lo noto algo inquieto, señor. ¿Qué le sucede?''. Responde muy molesto el tal Jactancio: "-Tengo necesidad de hacer del uno y el baño está ocupado. Ya hace media hora que un sujeto está ahí, y aun no sale''. "-Pues, mire señor -le dice el otro-. Vamos en el vagón puros hombres. ¿Por qué no va al extremo del carro y hace por la ventana?''. "-¡Ah, no! -contesta Presumídez-. ¡Podría golpearme con un poste, che!''... Empiezan las vacaciones que antes se llamaban “de Semana Santa” y que luego se nombraron oficialmente “de Primavera”, muy al estilo de la terminología usada por la Revolución Francesa. Con esas vacaciones empiezan también los abusos contra los vacacionistas: muchos hoteles y restoranes elevan en modo alusivo sus precios y tarifas, y a veces resulta más barato viajar al extranjero que hacerlo en nuestra propia tierra. Por eso muchos llegan de las vacaciones, más que con ganas de trabajar, con necesidad de hacerlo... Por ahora lean mis cuatro lectores la peregrina historia intitulada: "En ese Momento ¿Quién Piensa en la Explosión Demográfica?''... Doña Genesia era madre ya de 14 hijos. La visitó una trabajadora social para hacerle ver la necesidad de frenar aquella prolífica munificencia. "-Piense, señora -le dice-. Todos debemos evitar la explosión demográfica''. "-Ay, señorita -suspira doña Genesia-. ¿Cómo puedo evitar la explosión demográfica si a mi marido Pitorro todas las noches se le enciende la mecha?''... FIN.