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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

La secretaría de Hacienda es un enorme sistema digestivo con un extremo muy voraz por un lado y un extremo muy desordenado por el otro. El régimen hacendario actual se caracteriza por ser recaudatorio: los hacendistas se han dedicado a buscar dinero hasta debajo de las piedras. Hubo una vez un concurso de hombres fuertes. Se trataba de ver quién era capaz de apretar con más fuerza una moneda. Un hombrón lacertoso apretó la moneda de tal modo que le borró los cuños. Otro más fuerte vino y la dejó aplanada como una laminilla. Un sujeto pequeño y escuchimizado pidió probar. La gente se rió de él. Tomó el hombrecito lo que había quedado de la moneda y lo apretó entre los dedos índice y pulgar. Ante la estupefacción de todos empezaron a brotar del metal gotitas de agua. "-¡Asombroso!" -exclama el juez de la contienda. Y dirigiéndose al individuo le pregunta: "-¿Practica usted el fisicoculturismo, o es adepto de alguna exótica secta orientalista de esas que suscitan en el hombre misteriosas fuerzas?". "-Ni una cosa ni la otra -responde el hombrecito-. Soy recaudador de impuestos". ¡De las candentes rocas del desierto habría sacado jugo el sollastrón! Así son los encargados de la hacienda pública: su afán de recaudación no ha tenido precedente desde los tiempos de don Rafael Pérez Maldonado, primer ministro de Hacienda que hubo en México. (Lo fue en la Regencia de Iturbide, del 9 de octubre de 1821 al 11 de abril de 1822). Ese afán, sin embargo, no ha sido acompañado por una eficaz administración del erario. Los encargados de manejarlo dictan medidas hoy que mañana corrigen o dejan sin efecto. Vivimos de nueva cuenta los días calamitosos de aquellas "misceláneas fiscales" que ponían desconcierto y duda en los contribuyentes. No se advierte una política fiscal firme y coherente. En este aspecto de la administración no sólo estamos retrocediendo: también vamos para atrás... Babalucas no hablaba con nadie mientras cumplía su tarea de acomodar en un estante cajas llenas con frascos de jugo de naranja. Iba y venía, los ojos entrecerrados, y si alguien lo llamaba no respondía palabra. "-¿Qué te pasa? -le pregunta su jefe-. ¿Por qué no dices nada ni ves a ningún lado? ¿Por qué haces tu trabajo sin hablar". No contestó Babalucas. Nada más señaló con el dedo la inscripción en las cajas. Decía esa inscripción: "Concentrado"... Murió una chica de conducta algo liviana (hablo de su vida, no de su muerte). Sus amigos encargaron a un pintor que les pintara el retrato de la muchacha tal como ellos la recordaban. "-¿Y cómo la recuerdan?" -pregunta el artista. Todos se lo fueron diciendo, uno por uno. "-Está bien -dice el pintor al terminar el interrogatorio-. Pero se va a ver muy rara en el retrato, con las piernas abiertas"... Hablaban tres amigos en el bar. Después de la tercera copa dice uno: "-Creo que mi mujer me está engañando con un electricista". "-¿Por qué supones eso?" -le preguntan los otros. Responde el que había hablado". "-Porque el otro día encontré unas pinzas de electricista abajo de la cama". Dice el segundo: "-Yo creo que mi mujer me está engañando con un carpintero". Le preguntan: "-¿Por qué piensas tal cosa". Explica él: "-Porque el otro día hallé un serrucho de carpintero abajo de la cama". Dice el tercero: "-Yo creo que mi mujer me está engañando con un automóvil". "-¿Con un automóvil? -se asombran los amigos-. ¿Por qué con un automóvil?". Responde el individuo: "-Porque el otro día hallé un mecánico abajo de la cama"... FIN.

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