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De Política y Cosas Peores

Catón

El señor y la señora cumplieron 50 años de feliz unión. Reunida toda la familia en la casa paterna, las nietas y los nietos le pidieron al señor que les dijera el secreto del éxito en su matrimonio. Y reveló el señor: "-Su abuela y yo hemos sido felices todo este medio siglo porque desde el principio hice algo que todo recién casado debería hacer. El mismísimo primer día de nuestro matrimonio dejé bien claro quién iba a mandar en nuestra casa. Tomé por los hombros a mi mujer, la miré fijamente a los ojos y le dije con determinación: '-Tú vas a mandar en nuestra casa'"... Dos jóvenes ejecutivos de Nueva York iban en el metro. Un astroso mendigo se acercó a ellos y les pidió dinero. Uno de los yuppies lo rechazó con disgusto, casi con asco; el otro, en cambio, echó mano a la cartera y le dio de muy buena gana un par de dólares. El individuo se alejó trastabillando y diciendo entre dientes palabras de agradecimiento. "-¿Por qué hiciste eso? -le pregunta con enojo a su amigo el que había negado la limosna-. Sabes muy bien que el hombre se gastará el dinero en drogas y en alcohol". "-¿Y nosotros no?" -replica el otro... Un señor de 80 años fue a consultar al médico. Quería que le hiciera un chequeo general. El doctor lo encontró razonablemente bien, aunque el maduro señor se quejaba de fatiga. "-Quizá se deba, doctor -le dice el paciente al facultativo- a que hago el amor todos los días. A mí señora ya no le interesa esto del sexo, pero yo tengo seis o siete amiguitas jóvenes, y cada día me llevo una al hotel". "-¡Qué barbaridad! -se alarma el médico-. Tomando en cuenta su edad, señor Pitárrez, debería usted tomar precauciones". "-Las tomo, doctor -responde el veterano-. Siempre me registro con nombre falso en el hotel"... Tres cosas, decía Napoleón, se necesitan para ganar una batalla: dinero, dinero y dinero. Las mismas cosas son necesarias para ganar la batalla contra la pobreza en el campo. Podrán firmarse mil acuerdos, pero todos acabarán en olvidos si no llega al campo esa materia prima, tan necesaria como el agua, que es el dinero. Preguntemos ahora ¿dónde está el dinero? Los campesinos, obvio es decirlo, no lo tienen. Tampoco el Gobierno está boyante. El dinero lo tienen los inversionistas nacionales y extranjeros. Son ellos los que, mediante una legislación adecuada a nuestros tiempos, pueden hacer del campo mexicano una gran empresa productiva. La agricultura y la ganadería deben ser una industria. Para eso la primera condición es dar seguridad en la propiedad de las tierras, y propiciar su aprovechamiento extensivo e intensivo. La palabra "latifundio" suena en este país como mentada de mamá, pero fue precisamente la atomización de la tierra una de las mayores causas de la miseria que trajo consigo esa desastrosa experiencia, la Reforma Agraria, origen de tanta ineficiencia y de tan grande corrupción. Hemos de superar viejos esquemas y conseguir que el dinero llegue al campo. No faltará quien diga que otra vez los campesinos, como antes de la Revolución, serán peones acasillados, siervos de los latifundistas. No hay tal: las condiciones del mundo y del país son otras hoy, completamente diferentes. Los campesinos serán trabajadores; tendrán empleo en el campo, seguirán viviendo en él y ya no deberán arriesgar la vida para ir "al otro lado", o convertirse en miserable lumpen de ciudades (Frase con registro en trámite)... Un individuo buscaba cierto dato, y no lo podía encontrar. Le recomienda un amigo: "-Conéctate a Internet". "-No -replica el otro-. Me dicen que eso cuesta un web-o"... FIN.

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