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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

¡Felicidades a todas las madres en su día! No hay dignidad más grande que la de ellas: son dueñas del gran misterio de la vida. Nunca los hombres podremos entender el prodigio de la maternidad, por el cual el hijo es como una prolongación del cuerpo y el alma de su madre, parte suya que tiene vida propia. No nos es dable comprender con nuestras romas capacidades de varón los luminosos goces y las sombrías aflicciones de las madres. Para nosotros son inaccesibles las alturas de su alegría y la profundidad de su dolor. Y me detengo aquí, pues lo que sigue sería "El Brindis del Bohemio”. En su lugar ofrezco a las cabecitas blancas (y a las rubias, y rojas, y moradas, azules con rayitos verdes, tornasoles, ala de cuervo y de color platino) un florilegio de cuentecillos sobre las madres y la maternidad... La tortuga de mar está triste. ¿Qué tendrá la tortuga de mar? Le pregunta el cangrejo: "-¿Por qué estás triste?”. Responde la tortuga de mar: "-¿Cómo no voy a estar triste? ¡Cada año pongo 100 mil huevos y nunca recibo ni una desgraciada tarjeta del Día de la Madre!”... Una señora iba con su hijito por la playa. De pronto una gran ola le arrebató al pequeño. Clamó la infeliz madre con gritos desgarrados. Al cielo y a la tierra llamó pidiendo ayuda. Acudió un paseante al escuchar sus voces de desesperación. Con riesgo de su vida se lanzó a las procelosas aguas del océano, nadó con fuerza hercúlea, se sumergió en el líquido abismo y emergió poco después llevando entre sus brazos a la criatura, sana y salva. Se había congregado en el sitio una angustiada multitud. Al ver al hombre con el niño todos aplaudieron llenos de regocijo y júbilo. La pobre madre -¡desdichada!- había perdido el sentido, pero su hijito estaba a salvo. Al día siguiente el hombre estaba en su casa cuando llegó la madre del pequeño. Le pregunta al héroe: "-¿Usted fue el que sacó ayer del mar a mi hijo?”. "-Sí, señora” -responde el salvador. Le dice severa la mujer: "-El niño traía una gorrita”... El director de la escuela hablaba acerca de los sacrificios de las madres, de las huellas que en ellas dejan los desvelos y angustias de la maternidad. "-¡Ah, niños! -decía con patético acento sonoroso-. ¡Mirad a vuestras madres! ¡Ved esos rostros marchitos, esas ojeras de desvelo, esas frentes llenas de arrugas, esos cabellos blancos! ¡Pensad un poco, niños! ¿A qué se debe eso?”. Arriesga Pepito: "-¿A que se han pasado dos días sin ir a la estética?”... Fue bebé de probeta. Ahora cada Día de las Madres manda un ramo de flores y un telegrama a la Vidriera... Los hijos se asustaron al oír que su papá daba tremendos alaridos. Acudieron con premura y lo que vieron los dejó espantados: el pobre señor estaba en tierra y su esposa -la madre de los muchachos- estaba montada encima de él y le daba terribles golpes en la cabeza con la plancha. "-¡Mamá! -gritan todos al unísono-. (Y dejen ustedes al unísono: también al mismo tiempo). ¡Mamá! ¿Qué haces? ¡Suelta a papá!”. Y así diciendo la separan con fuerza del pobre lacerado, que yacía en el suelo, sangrantes rostro y cráneo. La señora se echa a llorar desconsoladamente. "-¡Hijos ingratos! -profiere con dolorido acento-. ¡Ni siquiera por ser el Diez de Mayo permiten que su madre se dé un pequeño gusto!”... Y ahora, gran final, he aquí una frase de homenaje: "Darwin se equivocó. Si su teoría de la evolución fuera cierta las mamás tendrían ocho manos”... FIN.

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