¡Mañana saldrá aquí “El Chiste más Rojo de la Temporada de Calor”! ¡No dejen de leerlo mis cuatro lectores!... En el jardín zoológico el cuidador de los canguros se sorprendió al ver a uno trepado en lo más alto de un árbol. "-¡Qué barbaridad! –comenta con la encargada de la limpieza-. ¿Cómo demonios se subiría ese canguro ahí?”. "-Te voy a decir la verdad -confiesa apenada la muchacha-. Tuve curiosidad de tocarle cierta parte, y yo creo que se la apreté mucho, porque dio un gran salto y cayó en el árbol”. Le dice el encargado: "-Pues ahora tendrás que apretarme a mí lo mismo, porque debo subir por él”... El hermano más chico de Pepito llegó muy melancólico a su casa. "-Estoy triste por mi maestra del kinder –les cuenta a sus papás-. Su marido la dejó por otra mujer”. "-¡Pobre! -se compadece la mamá-. Y tú, ¿le dijiste algo para consolarla?”. "-Sí -contesta el niño-. Le dije que si quiere, con todo gusto me casaré con ella”. En eso interviene Pepito. "-¡Estás loco! ¡Eres demasiado pequeño para llenar el hueco que dejó su esposo!”... Está de moda entre algunos profesores de ciencia política defender a Maquiavelo y a su obra magna, "El Príncipe”. Dicen que después de todo Maquiavelo no era tan maquiavélico. La defensa, sin embargo, es imposible. No se equivocaron los ingleses cuando llamaron "Old Nick” al demonio después de leer al florentino. Mucho y muy grave mal hizo Maquiavelo con su librito, tan pequeño y nocivo al mismo tiempo. De sus páginas deriva una de las tesis que más daño han hecho en la época moderna: la doctrina según la cual el príncipe -es decir, el primero, el que manda- está exento de cumplir las leyes, pues obedece sólo a un código especial de conducta que tiene como fin único conseguir el poder y mantenerlo. En esa línea actúa el clásico político: está convencido de que eso de “no mentir”, “no robar”, etcétera es aplicable a los mortales comunes y corrientes, pero no a él. Tal es la herencia que Maquiavelo nos dejó. En México está vivo todavía, a pesar del cambio, el legado del zorro florentino. Algunos gobernantes se sienten aún por encima de los gobernados, y creen estar al margen de la ley. Por "razón de Estado”, es decir, por política, por defensa del poder (de su poder) incurren en acciones reprobables. Viviremos en un país mejor cuando logremos finalmente, sin limitación alguna, que las leyes obliguen por igual a quienes gobiernan y a los gobernados... Sir Limprick Weakpistol, viejo coronel del ejército británico, acostumbraba dar breves informes a sus soldados, y siempre terminaba con unas palabras de reconocimiento a su trabajo. Grande fue la sorpresa del regimiento cuando Sir Limprick, que tenía 80 años de edad, se casó con una muchacha de 20. Si esa sorpresa fue grande, mayúscula fue la que recibieron todos al saber nueve meses después que la muchacha había obsequiado a Sir Limprick con un robusto varoncito. Lleno de júbilo el coronel reunió a sus hombres. "-¡Soldados! -les dice emocionado-. Deseo informarles que mi esposa ha dado a luz un niño”. Y añadió luego el final que daba siempre a sus discursos: “-Les doy las gracias a todos por su valiosa colaboración”... Dos amigos muy dados a beber jaiboles hablaban de las diferentes formas que pueden adoptar los cubitos de hielo. "-¿Has visto -pregunta uno al otro-, esos que tienen un agujerito en medio?”. "-¿Que si los he visto? -responde el otro con rencoroso acento-. ¡Estoy casado con uno!”... FIN.
