Aquel médico no podía dormir por las noches. Inútilmente echaba mano a toda la farmacopea de hipnóticos, somníferos, papaveráceos y narcóticos: el sueño se alejaba de sus párpados, pues una voz interior le recordaba el gran pecado que había cometido: "-Hiciste el amor con alguien a quien estabas atendiendo como médico. Esa acción es contraria a toda ética profesional". La voz que así le hablaba -mis cuatro lectores lo habrán adivinado ya- era la voz de su conciencia. A su sonido el médico se acongojaba. Medía la magnitud de su tremenda falta y otra vez se revolvía en la cama sin poder cerrar los ojos. Pero de pronto otra voz se alzaba en su defensa: "-No seas tan duro contigo mismo. No eres el primer médico que hace el amor con uno de sus pacientes". Entonces le volvía la tranquilidad, y empezaba a caer en el sopor delicioso del dormir. La voz de su conciencia, sin embargo, resonaba otra vez en su interior: "-Es cierto: no eres el primer médico que hace el amor con uno de sus pacientes. Pero tú eres médico veterinario"... Jugaba el equipo de basquetbol de Babalucas. A cada rato el tonto roque metía un nuevo jugador a la cancha. De pronto el árbitro detiene el juego. "-¿Qué sucede? -le pregunta indignado a Babalucas-. ¡Ya tienes diez jugadores en la cancha!". "-Lo único que hago es atender sus peticiones -replica el badulaque-. Continuamente hace usted sonar ese pitito y dice: ‘Falta personal, falta personal’"... El padre Arsilio fue a evangelizar a los pichancha, una tribu salvaje que habitaba en el extremo meridional del Amazonas, entrando en la selva a mano derecha. Como primer paso se aplicó a enseñarle nuestro idioma al jefe de los aborígenes. Le señalaba un árbol y decía: "-Árbol". "-Árbol" -repetía el cacique, hombre que gustaba mucho de las lenguas extranjeras (más de una docena se había comido ya). "-Perico" -decía el padre Arsilio-. "-Perico" -imitaba con prontitud el jefe. En eso vieron a una pareja que entre los arbustos se entregaba al rito natural. Desconcertado, el padre Arsilio señala a la pareja y dice: "-Hombre en bicicleta". El jefe esgrime su lanza y la clava en el nalgatorio del fogoso amador, que pega un brinco y huye a todo correr con el asta clavada en el trasero al tiempo que lanzaba sonoros ululatos de dolor. "-¿Por qué hiciste eso?" -le pregunta asombrado el padre Arsilio al salvaje. Responde éste, furioso: "-Hombre en mi bicicleta"... La Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística es una benemérita agrupación que figura entre las más antiguas y prestigiosas de su tipo en el País. Cada año esa sociedad entrega la presea "Alonso de León" al mérito histórico. La han recibido personalidades como Daniel Cossío Villegas, José Fuentes Mares y Miguel León Portilla, entre otros. Este año y este día -regalo inesperado de la vida- recibo yo ese galardón junto con el historiador vienés Friedrich Katz y con el investigador regiomontano José Roberto Mendirichaga. Ellos sí tienen méritos sobrados para ser así reconocidos. Mi gala es solamente de supervivencia -cumplo 25 años de ser Cronista de mi ciudad, Saltillo-, y el haber puesto en los periódicos el relato de nuestros hechos nacionales en una larga serie "La otra Historia de México", que fue muy celebrada y que la gente espera ver en libros. Doy gracias al licenciado Jorge Pedraza Salinas, Presidente de la Sociedad, a todos sus miembros, y al profesor Jesús Alfonso Arreola Pérez, quien tendrá a su cargo la ímproba tarea de disfrazar mi falta de merecimientos. Sólo la generosidad de esos amigos tan amigos explica que yo reciba tan preciado galardón. ¿Podré corresponder alguna vez a su bondad?... FIN.