Pepito estaba jugando con su tren eléctrico. Su nueva niñera lo cuidaba. De pronto el pequeño gritó con grandes voces dirigiéndose a los imaginarios pasajeros: "-¡Los caones que quieran subir a este chinche tren háganlo ahora! ¡Los indejos que no se muevan rápido se quedarán abajo y se los llevará la ingada!". La niñera se quedó fría al escuchar aquel vocabulario. "-¡Óyeme! -reprendió con energía al crío-.¡En mi presencia no usarás ese lenguaje! ¡Ve a tu cuarto, castigado, y no salgas de ahí en dos horas!". Pepito, obediente, se encaminó a su habitación. A las dos horas la niñera fue y le dijo: "-Tu castigo ha terminado. Puedes ir a jugar otra vez". El niño regresó a su trenecito. La mujer, escondida tras la puerta, se dispuso a observar la conducta del chiquillo. Quería ver si el correctivo había dado resultado. Empieza a decir Pepito con voz meliflua dirigiéndose otra vez a los supuestos pasajeros: "-Damas y caballeros: rogamos a las personas que deseen abordar este tren se sirvan por favor hacerlo ahora. Si alguien necesita ayuda especial para subir, con gusto nuestro personal lo auxiliará. Gracias por haber escogido nuestra línea. Esperamos que su viaje sea placentero". La niñera sonrió muy satisfecha: había dado frutos la reprensión. Pero en eso Pepito continuó: "-Los pasajeros que hayan sufrido algún inconveniente a causa de este retraso de dos horas, reclámenle a la chinche vieja caona que está atrás de la puerta"... La verdad, yo no entiendo por qué la gente va a votar en las elecciones de diputados y senadores. Sólo el cumplimiento de un deber cívico puede explicar ese acto, por lo demás vacío de sentido. En efecto, los diputados no representan a nadie. Es ficción pura eso de que son representantes de tal o cual distrito y de los ciudadanos que viven en su circunscripción. Tampoco los senadores representan nada, desvirtuado como fue en modo aberrante el espíritu de la representación senatorial en la Constitución. Solicitan los candidatos a diputados el voto de los electores, pero una vez que lo consiguen jamás se les vuelve a ver. Díganme mis cuatro lectores: ¿saben quién es el diputado que supuestamente los representa? ¿Han hablado con él alguna vez? Ningún contacto tienen los diputados con quienes los eligieron. Obedecen, sí, igual que los senadores, al rabadán de su fracción parlamentaria, o atienden la consigna de su partido, pero ni siquiera se cuidan de considerar el efecto que una determinada ley tendrá sobre sus electores o su Estado, ni les importa saber si su actuación beneficiará o hará perjuicio al interés de sus teóricos representados. En buena medida los partidos son hoy en México entes económicos más que políticos, y actúan sobre todo como agencias de colocación de sus empleados. No abanderan ideología alguna, y apenas se distinguen unos de otros en cuanto a sus objetivos y modos de actuación. Hemos logrado avances democráticos, sin duda, pero no tenemos un auténtico y eficaz sistema de representación. Así las cosas, cuando un candidato a diputado o senador por su distrito haga campaña, vaya a verlo. Seguramente será ésa la última vez que lo verá... El nuevo socio del campo nudista se inquietó al ir por el extenso jardín del club y ver un gran letrero que advertía: "¡Cuidado con los abusadores!". Se internó más en la floresta y vio un segundo letrero de mayor tamaño: "¡CUIDADO CON LOS ABUSADORES!". Sin hacer caso entró aún más en el campo nudista. De pronto, al pie de un árbol, vio un letrero pequeñito, tan pequeño que tuvo que agacharse para poder leerlo. Decía el letrero: "Lo sentimos, pero te lo advertimos dos veces"... FIN.