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Catón

El próximo viernes saldrá aquí "El Chiste más Rojo de la Temporada de Calor". ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Aplaudo la valerosa acción de Marta Sahagún, y la alabo sin reservas. Hace unos días la esposa del Presidente abogó por promover más el uso del condón. El condón, ya se sabe, sirve eficazmente para prevenir enfermedades venéreas a veces mortales, y evita embarazos no deseados. Yo lamento que mi Iglesia, la católica, se oponga al uso de este medio. Encuentro en su actitud una especie de ambivalencia que algunos llamarán hipocresía. En efecto, para regular la natalidad la Iglesia propugna el método Billings, que llama "natural", como si fuera fruto de la Naturaleza en vez de ser descubrimiento de la razón humana. Ese método se basa en el cálculo o cuenta de los días fértiles y los infértiles. Su aplicación también sería, en esencia, contraria a la ley natural, pues deliberadamente cierra el acto sexual al don de la vida. Sin embargo, conforme a la doctrina de la Iglesia podemos hacerle trampa a la Naturaleza dejando de realizar el acto del amor en los días dispuestos por ella para la procreación. En cambio está absolutamente prohibido a los católicos el uso del condón. El método Billings no atenta contra la vida, pero el hulito sí. Dicho de otra manera, la Iglesia permite burlar a la Naturaleza -y a la vida- usando las Matemáticas, pero no mediante el empleo de la Física. Eso me hace sonreír, pues me recuerda las alambicadas sutilezas de los argumentadores escoláticos o las acrobacias mentales de los sofistas griegos. Ojalá algún día mi Iglesia revise esta cuestión, igual que la relativa al celibato sacerdotal y la que atañe a la injusta consideración en que tiene a las personas homosexuales aun cuando no hayan elegido su condición... Por eso digo que fue valiente, y muy merecedora de alabanza, la actitud de Marta Sahagún. Se expuso a la reprobación de la jerarquía católica y de los grupos fundamentalistas al recomendar la difusión de un medio que puede salvar innumerables vidas y evitar embarazos no deseados que llevan a muchas mujeres a recurrir al aborto, a veces en condiciones de riesgo para su propia vida. ¿Por qué, me pregunto, no adopta la Iglesia en este asunto la teoría del mal menor, tesis que los propios escolásticos, y después de ellos los jesuitas, propusieron y usaron con destreza? Natura no está sola; junto a ella está Cultura. Si a Natura la dejáramos solita no usaríamos cosas como las vacunas o los medicamentos. Emplearlos no equivale a ir contra la Naturaleza o contra Dios, según piensan doctrinas extremadas como la Christian Science, por ejemplo, aquellas que se oponen a las operaciones de cirugía y dejan morir a sus fieles por falta de una oportuna transfusión de sangre... Hay cosas que nos distinguen de los animales, entre otras nuestra tendencia a beber aunque no tengamos sed y a hacer el amor durante todo el año. El matrimonio no tiene por fin único el de la procreación: hay que considerar también los fines de sedación de la concupiscencia y de asistencia mutua de los cónyuges por medio de la expresión íntima del afecto que se profesan. No todos los actos del amor se llevan a cabo con el propósito de tener hijos. Así, esos actos no han de ser perturbados por el temor a un embarazo que la pareja, por múltiples razones, puede no desear. La Iglesia debería admitir esa realidad en vez de ir contra ella. Reconozcamos entonces el valor y buen sentido de la Primera Dama al promover el uso del condón, y démosle nuestro apoyo en este caso... FIN.

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