La señorita Peripalda era encargada de la catequesis en la parroquia que regenteaba el padre Arsilio. A más de eso era organista titular del templo. Cierto día don Arsilio subió al coro, y observó que sobre el órgano se hallaba un objeto que llamó mucho su atención. Se acercó a mirarlo más de cerca, y lo que vio lo dejó mudo, estupefacto: el mencionado objeto era un condón. Hizo llamar a la señorita Peripalda a fin de preguntarle si sabía quién era el insolente que había dejado ahí aquel indigno objeto, cuyo uso está prohibido por la moral católica. Pensaba el padre Arsilio que el condón habría sido llevado por uno de los músicos que tocaban en las bodas, o por algún travieso monaguillo que buscaba escandalizar a la señorita Peripalda, cuyo candor era angelical. Se quedó patidifuso y turulato el amable sacerdote cuando la catequista le dijo que ella misma había puesto aquello sobre el sacro instrumento, y a más había dado instrucciones al sacristán para que por ningún motivo lo fuera a quitar de ahí. "-¿Por qué tienes eso ahí, hija?" -pregunta con asombro el padre Arsilio. "-Es que mire lo que dice la etiqueta, padre -le muestra la señorita Peripalda-. ‘Para evitar contagios y prevenir enfermedades, póngase sobre el órgano’. Yo encontré esto en la calle hace más de seis meses, lo puse ahí, y desde entonces no me ha dado ni una gripe". (NOTA DE ORTOLOGÍA: Pepito sostiene que no se debe decir "gripe", sino "gripa". "Después de todo -razona- decimos: ‘Ando agripado’, y no: ‘Ando agripedo’")... Se iba a casar Coquina, la hija mayor de don Hamponio, el narco de la esquina. Le dice a éste doña Malverdia, su mujer: "-Cómprale un buen regalo a tu hija, y entrégaselo el día de la boda". Don Hamponio jamás temblaba ante las balas de narcotraficantes, contrabandistas, judiciales o cualquier otra especie de delincuentes, pero ante su mujer era manso como un corderito, igual que Presidente ante Primera Dama. Así, de inmediato acató la sugerencia de su esposa. "-Le voy a regalar una AK-47" -dijo. "-¿Una AK-47? -se espanta doña Malverdia-. ¿Para qué le va a servir a Coquina una ametralladora? Cómprale mejor un reloj". "-¡Un reloj! -replica burlón don Hamponio-. Supongamos que tu hija llega a su casa de un viaje y encuentra a su marido con otra mujer. ¿Qué quieres que haga? ¿Que vea el reloj y les pregunte: ‘-Perdón: ¿cuánto les falta?’"... El Instituto Federal Electoral se ha ganado el respeto del Gobierno, de los partidos políticos y de los ciudadanos por la prudencia y tino de sus actuaciones, por su recto sentido de justicia y su apego a la legalidad. No incurro en desmesura cuando digo que el IFE es uno de los activos más valiosos con que cuenta la incipiente democracia mexicana. Pero una acción de protagonismo como la del consejero Jaime Cárdenas, que hace acusaciones al PAN sin más base que la de un anónimo, pone en entredicho al Instituto y hace dudar del buen juicio y la imparcialidad de quien así procede. Tienen razón los panistas cuando protestan por esa extralimitación del consejero Cárdenas en sus funciones... Los marcianos llegaron a la Tierra. El cielo se cubrió de platillos voladores. Venían en son de guerra los extraterrestres: anunciaron que harían estallar el planeta en el plazo fatal de una hora. Al oír la amenaza la señorita Solicia Sinpitier se angustió mucho. Jamás había conocido varón, y no quería acabar la vida sin gozar por lo menos un instante de placer. Salió a la calle y gritó con desesperación: "-¿No hay algún hombre que quiera hacerme sentir mujer?". "-Sí lo hay -salta inmediatamente un tipo. Ten, plánchame mi camisa"... FIN.